18.- En otra vida

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Parte 3

Tres años más tarde..

Frank consiguió un trabajo en una pequeña panadería local cerca de casa, si, contaba con su título universitario pero no le servía de mucho gracias a la discriminación laboral y la homofobia ya que era más que evidente la relación que él y Gerard tenían, pero a esto no le daban mucha importancia, la mayoría de la gente solía ser amable lo tomaban con calma y bastante buen humor, los conocían, sabían que eran buenas personas, además ellos sabían muy bien como defenderse solos.

Después del divorcio de Gerard y que se diera a conocer "su historia" o más bien lo que los medios suponían de ella, fue bastante difícil tener que soportar las malas críticas, las miradas acusadoras, la exclusión de Gerard de algunos proyectos y como cada vez sus ofertas de trabajo fueron disminuyendo más y más.

Fue un poco doloroso para Frank pensar en que "había arruinado su carrera" pero el ojiverde siempre se encargó de hacerle saber lo feliz que era, lo mucho que lo amaba y que nada más le importaba mientras él estuviese a su lado, también se encargó de defenderlo en cada una de las ocasiones que la prensa quiso atacarlo llamándolo "chico rompe hogares" un "oportunista" o " un interesado."

Gerard conocía bien a Frank, conocía su amor y conocía perfectamente lo que ambos tenían, a deferencia del resto él sabía que no era algo nuevo ni pasajero, él y Frank se amaban y era algo jodidamente real.

A Frank jamás le molestó tener que renunciar a su trabajo, a sus oportunidades y privilegios en lo absoluto, él solo quería estar con Gerard y era algo que tenía más que claro, no le hubiera molestado poder continuar ejerciendo su profesión como historiador que era lo que le apasionaba pero esta era la realidad de la sociedad en la que le tocó vivir, una sociedad poco tolerante con lo que no comprende pero estaba bien con eso, siempre y cuando tuviera a su ojiverde a su lado sería más que feliz, no necesitaba más, además siempre podía escribir en casa, tener la ayuda y la opinión de un escritor de la talla de Gerard para él era algo supremamente importante, un privilegio, una opinión como la suya valía oro no sólo para Frank sino para muchos quienes darían lo que fuera solo porque Gerard Arthur Way leyera al menos un párrafo de sus manuscritos.

Gerard también había conseguido un buen empleo con un mejor sueldo aunque claramente no lo necesitaba, él podía retirarse en cualquier momento, ya había acumulado suficientes vienes como para ello pero simplemente él no quería, la escritura y la historia eran algo que le apasionaba y no se sentía preparado para dejarlo, sentía que aún tenía mucho que dar y aportar, así fuera como supervisor en una imprenta a unos cuantos kilómetros más del lugar de trabajo de su novio y donde se ubicaba la cabaña de su madre que ahora claramente para todo el pueblo o quién fuera que les viera era reconocida como el hogar de ambos.


Como cualquier pareja solían tener problemas..


-¿Amor, fuiste a la ciudad por la pintura rosa pastel? -preguntó él avellana al entrar a la habitación.

-Si, si, está allí en él buró. -respondió, señaló este sin quitar la vista del manuscrito que revisaba y marcaba con su pluma. Frank miró en el buró.

-Esta no es rosa pastel, es rosa fuerte. -mencionó al observarla.

-Pasaré a cambiarla el fin de semana, estos días estaré ocupado, amor. -respondió.

-Gee, se supone que las niñas llegarán el martes y necesito pintar su habitación, no puede quedar oliendo a pintura. -se acercó a él.

-No creo que pueda hacerlo antes, lo siento, tengo mucho trabajo.. -le observó.

-Genial, se jodieron mis planes. -espetó.

-Amor, tengo que trabajar, no puedo discutir ahora, si la necesitas antes puedes ir tu mismo a la ciudad y traerlas, ya está. -respondió con seriedad.

-Gee, tengo turno desde temprano, sabes que tomé los dos turnos para poder tomarme unos días con las niñas, estaré muy cansado para ir a la ciudad.

-Y yo te estoy siendo sincero, la tienda está al otro lado de la ciudad y no puedo.

-Es que no lo entiendes, esto es muy importante para mi.. -mencionó el avellana algo cabizbajo.

-Lo sé.. yo.. -suspiró. -Lo siento, Intentaré sacar algo de tiempo para pasar a cambiarla mañana, ¿Está bien? Pintaremos la habitación juntos y todo saldrá mejor de lo que esperabas, ya verás.. -consoló acercándose a él.

-¿Lo prometes? -le observó con ojos de súplica.

-Por supuesto. -respondió Gerard acercándose un poco más a él para acariciarle el rostro y regalarle una sonrisa. Luego se sentó en la cama para seguir revisando sus manuscritos.

-Ya deja esos papeles, tengo algo que podría interesarte más que eso.. -mencionó Frank haciendo que la vista del mayor se fijara de inmediato en él.

-¿Ah, si? -interrogó. Frank asintió. -Entonces será como tu digas, eres la reina de esta casa, tú mandas. -mencionó, y trnia una gran sonrisa en su rostro la cual Frank correspondió yéndose sobre él para aprisionarlo en la cama y así besarlo.

-Que bobo eres.. -musitó el avellana en sus labios.

-Por eso me amas.. -respondió este.

-Si, eres un bobo jodidamente encantador. -sonrió.

Problemas los cuales siempre terminaban arreglando; con disculpas, detalles, cariño y una buena dosis de sexo.

Vivían una vida tranquila, podían obtener dicha tranquilidad sabiendo que al final de un largo día siempre se tenían el uno al otro.

Ellos no tenían auto; no tenían auto pues consideraban que no era necesario, solo eran dos hombres viviendo en un pueblito pequeño a las afueras de París donde no les tomaba más de media hora llegar pues no había tráfico.

Tenían una Vespa azul celeste la cual Gerard solía manejar cuando estaban camino al trabajo, Frank se abrazaba fuerte a él y recostaba su cabeza sobre su espalda durante todo el camino hasta que lo dejaba frente a su lugar de trabajo y luego seguía su camino hasta llegar al suyo en el centro de París.

Aunque.. A veces cuando contaban con más tiempo solían solo caminar, caminar por el solitario sendero rodeado completamente por árboles mientras se tomaban de la mano y repetir esto mismo cuando volvían a casa, compartiendo historias, anécdotas y detalles sobre cómo había estado su día y cuanto se habían extrañado hasta llegar a casa.

A Frank le costó bastante adaptarse; Pasar de las ruidosas calles en los suburbios de New Jersey a las tranquilas y rurales calles de París y sus alrededores.

Los franceses solían hablar demasiado rápido y ppr en de no les entendía, también pronto se dio cuenta que no les gustaba hablar con nadie otra lengua que no fuese la de su nacimiento, eso solo lo hacían con los turistas pero él, él ya no era uno de ellos, ahora tenía una vida allí y tendría que aprender a hablarlo si o si para ser tomado enserio en su vida diaria.

Con Gerard como su profesor le fue bastante divertido estudiar el idioma, además de aprender variedad de palabras que usar en la cama, eso era un gran bonus, Gerard solía hacer eso, hablarle sucio en francés mientras se lo fallaba, ya se le había hecho costumbre y claro, por supuesto que a Frank le encantaba.

La vieja cabaña de los padres de Gerard seguía conservando ese aire a 1950, pero ahora tenía un toque más hogareño, más ameno y cálido, ya no se sentía como un lugar solitario, tenía la firma y el toque de Frank por donde sea que mirases, flores, pinturas, algunas fotografías de ambos donde se saban un beso o mientras pasaban una bonita tarde juntos colgadas y sobre los burós, repartidas por toda la casa, también algunas fotos de las gemelas las cuales la madre de Frank solía enviar por correo, y, una única foto de Gerard con Bandit sobre el buró de la chimenea en la sala, tristemente no había podido traer más cuando dejó América..

También conservaban sus libros, aquellos que habían traído con ellos en el viaje y muchos otros, tenían una máquina de escribir sobre un escritorio en la sala, era como su pequeño estudio ya que no querían ocupar las dos habitaciones libres, Michael solía venir de visita junto a su esposa e hijas, así que cuando ellos no estaban de visita no eran más que un deposito o un lugar donde Lois podía dormir. ¡Ah, si!

Lois; Lois era como su única hija, la habían adoptado hacia dos años atrás cuando la encontraron sola cerca de un oscuro callejón en el norte de París. Ella era una perrita muy dulce y cariñosa que no les había traído más que felicidad desde entonces.

Ellos también plantaron rosas juntos en el jardín trasero y delantero las cuales cuidaban con su alma, solían cortarlas algunas veces y dejarlas para adornar su mesa durante la hora de la cena a la luz de las velas, era algo bastante cursi.

1979 || Frerard Donde viven las historias. Descúbrelo ahora