5.

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Sanemi era la típica persona que escondía sus sentimientos y pensamientos para sustituirlos por otros, era algo común en él.
Por eso, cuando Masachika –su amigo– le preguntó si tenía algún interés romántico en alguien, él solo calló y trató de desviar la pregunta con otro tema.

Masachika conocía esa forma de ser de su amigo por eso siempre dudaba de lo que Shinazugawa le dijera.

—Oye —llamó Kumeno. —Adivina quién está ahí. —dijo mientras golpeaba su codo con el del albino.

—¿Hablas de Kanae? —preguntó mientras observaba a la figura femenina frente a el que lentamente se alejaba.

—Por supuesto. —retomó su postura y miró al albino. —Oh, vamos, no me digas que no sientes algo por ella.

—A mí no me gusta Kanae, para nada. —pronunció molesto.

—No seas mentiroso, desde aquí puedo ver las ganas que se traen. —dijo con una sonrisa coqueta.

—No seas idiota. No sentimos nada el uno por el otro, solo somos amigos y ya. —se cruzó de brazos molesto, Masachika estaba logrando hacerlo enojar.

—Bien, si tu lo dices. —dijo finalmente.

De pronto Masachika se quedó en blanco, el albino lo miró confundido.

—¡Maldición, Sanemi, tengo que irme! —espetó mientras corría rápidamente en dirección a su finca. —¡Olvidé que tenía una misión! —lloriqueó como un niño pequeño. Sanemi lo miró incrédulo, Kumeno era un idiota.

El albino estuvo esperando que la figura de Masachika desapareciera por la lejanía para poder irse. Tenía hambre y sueño, así que iría a su finca para reabastecerse.

—Bien, solo espero no encontrarme con algo o alguien que haga que me retrase. —dijo al aire sin esperar respuesta.
Dio media vuelta y algo lo golpeó bruscamente hacia el suelo. Sanemi tenía buenos reflejos y sabía cómo caer, pero esto en verdad lo había tomado por sorpresa y esperó el golpe que nunca llegó, ya que una mano lo sostuvo antes de caer.

—¿Te encuentras bien? —preguntó otra voz.

—Mierda, sí, no te preocupes por mí y métete en tus asuntos. —gruñó ferozmente mientras tomaba la mano del extraño y la quitaba de la suya bruscamente.

—Lo lamento, estaba pensando en otra cosa. ¿Te lastimaste? —cuestionó con preocupación pero con frialdad en su tono.

—No, no me lastimé, imbécil. —se enderezó, se limpió la ropa y levantó la mirada para encontrarse al mismísimo pilar del agua, Giyu Tomioka. Mierda, había olvidado que tenía que ser respetuoso con los pilares.

—Uh... Lamento mi comportamiento de hace unos momentos, no lo había reconocido. Mil disculpas —confesó enojado, odiaba postrarse ante los demás como si ellos fueran dioses o algo por el estilo.

—No te disculpes, fui yo el que te golpeó. —dijo con voz tranquila.

—Sí, está bien. Tengo que irme. —murmuró dando media vuelta para irse.

—Espera, aún no me disculpé bien. ¿Te puedo invitar a comer algo como disculpa? —preguntó el azabache. Sanemi enfureció.

—No, gracias, no tengo hambre. —dio por finalizada la conversación mientras se giraba para irse otra vez. Luego un sonido se hizo presente, era su estómago gruñendo del hambre.

—¿Estás seguro de que no tienes hambre? —preguntó el pilar. Sanemi enrojeció y frunció el ceño avergonzado.

Con rapidez, se giró hacia Tomioka. Este lo miró esperando una respuesta.

—Aceptaré tu invitación, pero no porque tú me lo hayas pedido, si no porque quiero. —gruñó sonrojado.

—De acuerdo. —respondió Giyu satisfecho. Tal vez podría hacer un amigo.

Después de eso, ambos caminaron por un largo sendero hasta llegar a un pequeño restaurante donde cada uno pidió lo que quería. Tomioka pidió daikon de salmón y Shinazugawa un plato de ohagis, después de todo, Giyu pagaba.

Salieron del restaurante con su comida y fueron a comer junto a un árbol cercano de ahí, no iban a quedarse con ese rejunte de personas. Se sentaron bajo el árbol y se apoyaron contra el tronco de este, era cómodo.

—Oye —Sanemi llamó al pilar. Tomioka lo miró. —Gracias por la comida. —murmuró en un susurro casi inaudible.

—No hay de qué. —respondió el azabache.

Sanemi agachó su mirada, agarró uno de los ohagis de su plato y empezó a comerlo. ¡Estaba delicioso!
Amaba el ohagi, era su dulce favorito y no podía evitar sonreír al comerlo.
Cerró sus ojos satisfecho mientras una dulce sonrisa se apoderaba de su rostro.

Tomioka lo estuvo mirando durante todo ese tiempo y no pudo evitar sonrojarse al verlo. Ese cazador le parecía muy lindo y disfrutaba verlo comer, era como ver a un niño pequeño comiendo su dulce favorito.
Además, le gustaba su compañía, era la primera vez que disfrutaba el estar con alguien. No se había enamorado pero el albino le atraía mucho y tenía muchas ganas de conocerlo más.

—¿Qué miras tanto? —pronunció molesto el albino sacando de sus pensamientos al azabache.

—Nada, disculpa. —dijo desviando su mirada para intentar esconder su sonrojo.

—Estás rojo. ¿Tienes fiebre? —preguntó mientras se acercaba al azabache para tocar su frente y sentir si tenía temperatura.

—No te preocupes, no tengo fiebre. —respondió. Sanemi se alejó un poco.

—Si tú lo dices. —dijo con una brillante sonrisa mientras se encogía de hombros.

La sonrisa del albino hizo que Tomioka se cubriera el rostro con sus manos; se había enamorado de la sonrisa de Sanemi, de eso no había duda.

—¿Señor Tomioka? —preguntó confundido el cazador mientras tocaba el hombro del pilar con su dedo índice.

Que bonito el amor 😻‼️

Tal vez empiece a escribir varias mini historias de ellos dos así. (De Tomioka pilar y Sanemi cazador)

• ᴍɪɴɪ ʜɪꜱᴛᴏʀɪᴀꜱ • // [ɢɪʏᴜᴜꜱᴀɴᴇ/ɢɪʏᴜꜱᴀɴᴇ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora