Capítulo 1

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Calíope de Jesús

Dicen que todo pasa por algo, pero en estos momentos no estaba del todo segura.

Dicen que el tiempo todo lo cura, pero también era discutible.

Dicen que el primer amor nunca se olvida... Y creo que es verdad.

Lo cierto es que nunca he sido fan de hacer caso a lo que dice la gente, más bien todo lo contrario, prefiero evitarlo. Cuando se vive de cara al público es inevitable que llegue a tus oídos información que no quieres oír, pero aprendes a ignorarla.

He tenido que lidiar con eso desde que nací gracias a mis padres. Ellos tienen una empresa conocida a nivel mundial, de la que ahora se encarga mi hermano mayor. Supongo que ser la pequeña ha tenido sus beneficios, de este modo pude elegir qué quería hacer con mi vida. Lo tenía claro, siempre lo tuve. Lo mío era la moda, así que me mudé a Nueva York poco después de terminar los estudios, en donde fundé mi propia empresa, MUSA, la marca de ropa que había destronado a Inditex.

Pero ser la mejor marca en el mundo tenía también sus desventajas... Como que el padre de tu hijo quisiera llevar un traje hecho a medida para el día de su boda.

Si, a su boda.

No sé qué tipo de broma era esta, pero la verdad es que más que reír quería llorar. ¿Cómo me podía hacer algo así?

—Noelia, estoy llegando a tu casa, más te vale dejarme la puerta abierta porque de lo contrario podría derrumbarla de lo cabreada que estoy —le hice saber a mi amiga a través de un audio de WhatsApp—. Por favor, solo... Necesito hablar de Nando.

Lo envié y volví a centrar mi mirada en el camino, lo menos que quería era tener un accidente, ya sería lo que me faltaba para arruinarme el día por completo. No podía morir tan joven, no podía dejar a Orfeo sin una madre.

Orfeo...

El hijo que tengo con Fernando, pero que jamás reconocí como tal. Solo unas pocas personas sabían la verdad, no me interesaba que se hiciera público y armar un escándalo, mi hijo no se lo merecía.

Al llegar a casa de Noelia dejé el coche aparcado en la acera, junto a otros cuantos que ya había, la mayoría de los vecinos. Salí con los papeles arrugados en la mano y me encaminé hacia allí, la puerta nunca tenía puesta la llave así que simplemente abrí, como solía hacer siempre.

—¡Noelia, no te vas a creer lo que...! —callé al instante, todavía con la boca abierta, pero incapaz de seguir hablando, incapaz también de asimilar lo que mis ojos estaban viendo.

Un chico desnudo saliendo de la cocina.

Completamente desnudo.

Y empalmado.

Y con tatuajes.

Y el cabello negro...

Y... ¡Calíope, céntrate!

—Oh —dije, aclarando mi garganta.

—Mis ojos están más arriba, farfalla —murmuró, con los labios ligeramente curvados en una sonrisa.

—Estás desnudo —señalé lo obvio.

—Eso parece —sonó burlón al decirlo y yo, por primera vez en una larga temporada, me sentí avergonzada.

Me quedé en silencio, tragando saliva, evitando mirarlo a los ojos. Preferí fijarme en sus tatuajes, tenía debilidad por los chicos que los llevaban. En su hombro tenía una serpiente enrollada que terminaba con la cabeza en uno de sus pectorales, sacando la lengua. Peligrosamente encima de su v tenía una mariposa. En sus brazos...

—Le diré a Noelia que baje —dijo, dándose la vuelta y caminando hacia las escaleras.

No iba a decir nada de su culo... Bueno, vale, era perfecto. Se notaba que hacía sentadillas y que no iba solo al gimnasio para tener unos brazos musculosos o el abdomen marcado.

Me obligué a desviar la mirada y caminar hasta el sofá para esperar allí a mi amiga, estaba siendo injusta al impedirle echar otro polvo con ese bombón italiano. Si, italiano, no solo por eso que había dicho, que no sabía que significaba, también por el acento tan sexy que se le marcaba al hablar.

No, Calíope, no puede tener nada de sexy, es el chico de tu mejor amiga. Respeta.

—¡Cali! —el grito de Noelia vino acompañado de ella misma bajando las escaleras a toda prisa—. Madre mía, lo siento muchísimo, no quería que te enteraras así.

—Te envié un mensaje —le hice saber.

—Si, no lo vi... —admitió, sonrojada. Dándome a entender que justo en ese momento estaba ocupada—. Te presentaré a mi novio oficialmente en otro momento, ahora es más importante que tú me cuentes lo que ha pasado.

¿Más importante? No creo.

¿Más dramático? Sin duda.

—Fernando se va a casar —solté, ella era de las pocas que sabía de mi pasado con él.

—¿Estás bien?

Me encogí de hombros, no sabía como responder a algo que era evidente.

—Y quiere llevar un traje de mi marca —completé—. No estoy lista para diseñarle un traje.

—Siempre puede hacerlo otra persona.

—No, pidió que fuera yo —suspiré, entregándole los papeles que tenía en manos, aquellos que llevaban las letras que Fernando había escrito especialmente para mi—. Noelia, no sé qué hacer...

Mi amiga apretó ligeramente sus labios, dejó todo sobre el sofá y me abrazó, acariciándome la espalda.

—No pasa nada si le dices que no —susurró—. Él lo entenderá.

—El problema es que no quiero decirle que no, me ha elegido a mi para uno de los momentos más importantes de mi vida.

—Cali, eres la mejor en la industria de la moda, ¿cómo no iba a elegirte a ti? —sonrió, separándose.

Sabía que no iba a malas, pero su comentario fue un pinchazo directo en mi estómago.

Si, él me había elegido por ser la mejor y no por ser yo. Él no había elegido a Calíope, había elegido a MUSA.

—Tienes razón, siempre la tienes —asentí con la cabeza—. Ahora háblame del chico que encontré desnudo saliendo de la cocina, venga.

Sus mejillas enrojecieron y se llevó las manos directamente al rostro mientras yo me reía.

No había sido la mejor manera de conocer a mi cuñado, de hecho, probablemente sería la peor del mundo, pero quedaría como una anécdota.

Vicios entre taconesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora