Capítulo 13

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Calíope de Jesús

Diego me había pedido quedarse con Orfeo porque al día siguiente iría con Ayker a una exposición de libros y querían llevarlo, según él era para inculcarle también los clásicos desde pequeño y que se fuera interesando por ellos. Estaba cansada así que no discutí. Confiaba en mi hermano y en su pareja, no tenía que preocuparme por mi hijo cuando estaba en buenas manos.

Al mal día se le agregó el mal tiempo, camino a casa empezó a llover como si no hubiera un mañana y yo maldije en mi coche mientras activaba los limpias. Iba a tener que correr en cuanto me bajara o terminaría empapada con la que estaba a caer.

Sin embargo, no lo hice. Al bajar del coche descubrí que en la entrada de casa había alguien esperándome, también empapado por la lluvia y con peor humor del que yo traía.

—¿Qué haces aquí a estas horas? —pregunté al acercarme.

—No sabía a dónde ir —admitió—. No quería molestar, pero bueno...

—No molestas —fui rápida en aclarar mientras sacaba mis llaves del bolsillo para poder abrir la puerta, acto seguido me apresuro en encender las luces y dejarlo pasar—. Siéntete como en casa... ¿Tienes hambre?

—Que va —meneó la cabeza, girándose para ver cómo cerraba la puerta—, se me quitó el apetito en cuanto vi a mi hermano comiéndole la boca a mi novia.

Mierda.

Menos mal que después éramos nosotros los que no disimulaban, eh.

A ella se le había olvidado hacerlo, al igual que se le había olvidado nuestra conversación donde yo le decía explícitamente que debía de hablar con él antes de que fuera demasiado tarde. Pero bueno, al parecer era una costumbre eso de no hacerme caso y hacer igual lo que le viniera en gana.

—Lo siento —suelto un suspiro y siento sus ojos acusadores sobre mi, el verde era tan intenso en sus iris que por poco tiemblo.

—Pero tú eso ya lo sabías, claro —suelta una risa irónica—. No pasa nada, estoy acostumbrado a ser el último en enterarme de las cosas.

—Sé que es duro pero no es el fin del mundo.

—¿Te han puesto los cuernos alguna vez?

No, no he tenido parejas para que eso ocurriera.

—No, a mi me dejó en cuanto conoció al amor de su vida —sonrío con nostalgia—. Bueno, en realidad no me dejó porque no teníamos nada, simplemente me apartó de su vida porque era lo mejor para todos.

—Que putada —resopló—, no tenía esa imagen de Fernando en mi cabeza.

Me quedo helada. La sangre se agolpa en mis pies con solo oír su nombre. ¿Acaso a mí se me había escapado sin darme cuenta? ¿Tan imbécil era?

—¿O no estás hablando de él?

—Si —me costó aceptarlo en voz alta—, ¿cómo sabías que se trataba de él?

—Soy observador —se encogió de hombros como si no tuviera la más mínima importancia—. Sé que es muy atrevido de mi parte, ¿pero puedo quedarme aquí esta noche? No quiero volver a casa de Noelia y el hotel más cercano está a un par de quilómetros...

—Puedes hacerlo, Orfeo no está en casa y a mi no me molestas —aclaré—. Hay una habitación de invitados.

—Puedo dormirme en el sofá.

—De ningún modo permitiré eso —arrugué mi nariz—. Te aseguro que la cama es mucho mejor.

Una sonrisa tira de sus labios, aunque no llega a sus ojos. Es una sonrisa triste, no tengo que conocerlo de toda la vida para darme cuenta de ese detalle.

Iba a decir algo más pero me callo cuando se acerca a mi y me rodea con sus brazos.

—Gracias por todo, en serio —consigue decir en un hilo de voz—. Siento que mi mundo se está cayendo pedazo a pedazo a mis pies.

—Entonces tienes que recoger cada pedazo y ponerlo de nuevo en su sitio, Dailon, no solo quedarte a observar como todo se derrumba —le aconsejo, acariciándole el cabello—. Si necesitas más mano de obra puedes pedirme ayuda, por supuesto.

—¿Tú te encargas del cemento o que? —se mofa.

—De lo que haga falta —respondí en su mismo tono de voz, haciéndolo reír—. Pero ahora vamos a cenar algo antes de irnos a la cama, no voy a dejar que te vayas con el estómago vacío.

—Como se nota que eres madre, ¿eh?

No iba a tomar a malas ese comentario, ser madre era lo mejor de mi vida así que lo admitiría con orgullo.

Ahora sólo tenía que ser consciente de que tenía a Dailon en mi casa por segunda vez, pero esta se quedaría a dormir en una de mis habitaciones, mi hijo no estaba por lo tanto nos encontraríamos solos toda la noche... Y para colmo acababa de descubrir que su novia le había sido infiel con nada más y nada menos que su hermano. Por no mencionar el asunto de sus padres, que todavía era muy reciente.

Definitivamente no era la mejor combinación y yo tenía que hacer algo al respecto.

—La atracción por una persona no es algo que se pueda controlar —mencioné al entrar en la cocina.

—Lo sé.

—Noelia y tu hermano en ningún momento han querido que eso pasara, ni mucho menos buscaban hacerte daño, seguro que estos momento se están sintiendo fatal.

Farfalla, lo sé.

—Y probablemente tu cabeza ahora esté hecha un lío, pero te prometo que...

—Calíope —me interrumpió, sonriéndome—, te estoy diciendo que lo sé. Es solo que no supe cómo reaccionar en ese momento. Me siento peor al decir que me alegro por ellos, que en realidad me alivio de que fuera así.

Ay, Dios.

—No sé cómo tomarme esas palabras.

Él se me quedó mirando por varios segundos y finalmente negó con la cabeza.

—No importa, era una tontería y no tenía demasiado sentido. Mejor deja que te ayude con la cena, ¿si? Te prometo que soy un buen cocinero.

Algo había oído, si, pero no le daría el gusto de decírselo y dejaría que él solito me mostrara sus dotes culinarias.

Mientras yo seguía pensando en el lío que me acababa de meter, claro.

Vicios entre taconesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora