Capítulo 40 (final)

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Dailon Martini

El tan esperado día había llegado. Parece que fue ayer cuando Calíope entró corriendo en casa de Noelia para contarle que nada más y nada menos que Fernando Camacho, su ex, le había encargado el traje para el día más importante de su vida, su boda. El trabajo que en cierto modo nos unió, el dichoso traje del magnate. Una obra que, después de tiempo, saldría hoy a la luz.

Porque señoras y señores... Hoy era la boda de Fernando Camacho y Lara Gutiérrez.

Calíope estaba preciosa, llevaba un vestido largo de telas finas diseñado por Lil Butterfly, una gran marca de ropa que se había hecho su hueco en España, destacando por su estilo y por su creadora, una joven apasionada por su trabajo. Cabe resaltar que es gran amiga de Cali y que tienen en marcha un proyecto juntas para la próxima temporada.

—Estás... Guau —me acomodé la corbata. Mis ojos no se podían quedar quietos, divagaban de arriba a abajo y viceversa. No era una reacción para nada exagerada, cualquier ser de este mundo se quedaría sin palabras frente a ella.

—Pues tú estás más... Miau —me guiñó un ojo mientras gesticulaba un mal arañazo en el aire.

—Puedes hacer eso más tarde en mi espalda, llevas las uñas perfectas para la ocasión.

—No son mías —admitió, echándole un ojo—, son de gel pero están verdaderamente chulas.

—Tú si que estás chula.

Calíope soltó una carcajada ante mi halago. Normal. ¿"Tú si que eres chula"? Por favor, Dailon, que ya no tienes quince años, así solo ligan los adolescentes... Absurdo, patético y ridículo. Menos mal que ya la tenía conquistada porque de lo contrario lo llevaba crudo. Estaba perdiendo mi toque.

El clima estaba de parte de los novios, no hacía ni frío ni calor, no había nubes ni pegaba el sol. Aun así, la boda era por la iglesia, bueno... En este caso era por la catedral. Como Lara era de Santiago de Compostela y además conoció a Fernando allí, decidieron que era el único lugar posible para casarse. La mayoría de los invitados habíamos viajado a España el día antes de la boda para descansar y acostumbrarnos a la diferencia horaria, pero siempre había excepciones como Demian Colón que viajó en la misma mañana y llegó (según él) fresco como una lechuga, no se podía decir lo mismo de Julienne, la pobre maldecía al ojiverde en todos los idiomas que se sabía e incluso en alguno inventado; pequeño detalle que le hizo gracia a todos los invitados porque Julienne nunca era mal hablada. Supongo que no hay nada peor que una mujer que no ha dormido sus horas necesarias.

Por otro lado, Orfeo no paraba quieto, era quien llevaría los anillos al altar y estaba ansioso porque llegara ese momento.

Nadie se lo esperaba, ni siquiera Calíope, pues Fernando se lo había pedido el día anterior a la boda y no supo decirle que no. Tenía un buen corazón, para ella no existía el odio ni el rencor. Eran cualidades que amaba tanto en ella.

La catedral era inmensa, pero la lista de invitados también. Y eso que no era una boda en estas en las que se invita a todo el mundo, incluidos los vecinos, no. En esta boda solo estaban familiares y amigos, pero la familia que no es de sangre acababa siendo más amplia que la otra. Yo, que nunca me imaginé en un altar, deseaba todo lo contrario: algo íntimo, mis padres, los suyos, nuestros hermanos y familia más cercana, poco más. Quería algo nuestro.

—Es todo tan bonito —susurró Calíope con mirada ensoñadora mientras recorriamos los pasillos hasta llegar al sitio que nos habían dejado para nosotros.

—¿Fan de las bodas? Que típica, farfalla.

—Ahora por chistoso cuando me pidas matrimonio te voy a decir que no.

—Tú y yo sabemos que eso no va a pasar —susurré—. ¿Quieres casarte conmigo, Ca...?

—No —me echó la lengua.

—Que madura —me burlé mientras negaba con la cabeza—. Claro, no me puedes decir que si cuando no tengo un anillo, eres materialista.

—¡Claro que no! ¿Por quien me tomas?

—Por una mujer que me acaba de rechazar, solo soy un chico triste.

Alzó la mirada sin levantar la cabeza. Por suerte o por desgracia (en este caso, más la segunda opción), ese era un gesto que me ponía mucho. Sus pestañas rozaban sus cejas y se veía tan pero que tan...

Antes de que mis pensamientos me traicionasen, la ceremonia dio comienzo. No voy a describir detalle a detalle porque no es mi boda y no me gusta que me quiten el protagonismo.

Fernando lloró en cuanto Lara entró. Se miraron con amor, mucho amor. Orfeo se tropezó al llevar los anillos pero no resultó herido, solo causó un par de risas. Hubo beso tierno, aplausos, gritos y tirada de arroz al salir, demasiado arroz. Los novios terminaron refugiándose con el velo de la novia y pudieron sobrevivir al ataque. En el restaurante bailaron un precioso y romántico vals que provocó lágrimas entre los invitados, entre ellos Calíope.

—Es que se quieren tan bonito —lloriqueó, apoyando su cabeza en mi brazo—. Su historia de amor es... es...

—Es una historia de amor —murmuré, acariciándole una de sus mejillas despacio—. Todo el mundo tiene una.

—¿Incluso nosotros?

—Te lo prometí, ¿recuerdas? —le sonreí—. Cuando dos personas se quieren empiezan a escribir su historia.

—¿Y por qué no antes de quererse?

—Antes solo escriben una historia, después escriben su historia, la que tienen y la que tendrán ambos juntos. Hay una gran diferencia entre una y otra.

—¿Nosotros ya tenemos nuestra historia? —cuestionó casi en un susurro que me provocó ternura.

—Llevamos teniendo historia desde que te llamé farfalla por primera vez —admití.

—¡Pero dijiste que se empezaba cuando dos personas se quieren!

—Si, a veces no tiene que ser mutuo, solo hay que sentir amor... Y yo empecé en aquel momento.

Sus ojitos me miraron suplicando un beso y yo no pude negárselo.

No sé como empezó nuestra historia, no recuerdo las primeras líneas de mi narración, pero lo que si sé es que quiero que no se acabe nunca. Dicen que el amor no se acaba, que se transforma, ¿y que mejor ejemplo que las mariposas para explicar como algo se transforma? Lo mío es la moda, no la literatura, pero por ella me atrevería a hacerle competencia a Lorca. Porque es imposible que un amor muera si cada día vuelan mariposas en él, por eso hay que quedarse en el lugar en el que te hagan volar, que los besos se sientan alas y el amor se sienta el cielo.

Y para mí ese lugar es ella.

Siempre será ella.

|| F I N A L ||

Vicios entre taconesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora