♫ Neverending Story

34 6 8
                                    


A los niños les decimos pequeños por su tamaño, pero más que nada son inmaduros, nuevos, recién llegados a este planeta... ¿Recién llegan?, supongamos que sí. Les cuesta tiempo y esfuerzo aprender todo lo que necesita saber un humano para funcionar en esta sociedad; cada uno lo hace a su ritmo, cada uno con sus dones, talentos y debilidades, pero todos terminan aprendiendo finalmente.

Si a un niño le pides que por favor te dé una banana amarilla entre el canasto de frutas, puede que aprenda una, dos, tres o cuatro cosas; tal como que eso son frutas, que amarillo es un color, que uno es cantidad, y/o lo más importante, que si alguien se lo pide amablemente y él se lo entrega de la misma forma, recibirá una sonrisa.

¿Pero qué pasaría si luego de la sonrisa, esa persona que ama se va por la puerta y nunca más regresa? Puede que pase una, dos, tres o cuatro cosas. El amarillo será su color favorito y amará el olor a banana, o por el contrario, le saldrá alergia cuando la coma; o puede que sea pésimo para las matemáticas y en el peor de los casos, no volverá a ser amable. Porque los niños son pequeños pero no estúpidos; su perfecta máquina biológica y psíquica los protege, los ayuda, los anida para que sobrevivan.

La carta decía claramente que no regresaría, la estaba dejando con ellos para siempre. No sabían si realmente sería así, o si volvería por Hanna algún día, y si así lo hiciera no estaría mal, pues sería una más de la familia. Nunca les importó si la sangre que corría por sus venas llevaba la misma información genética; sino que el corazón palpite ante cada encuentro, que el hogar sea un lugar en el que deseen estar, que sus brazos puedan entrelazarse y llenarse de calidez.

Hanna supo la verdad esa misma tarde, porque si algo no querían era que creyera que todos le mentirían, que el engaño sería parte de su vida o el abandono algo normal en su mundo. La verdad era la realidad; su padre de sangre había muerto y su madre de sangre no había logrado seguir criándola.

Pero también era verdad que buscó un buen lugar para que ella crezca, y ahora tenía dos padres, dos hermanos menores y una madre que no se le parecía en nada físicamente, pero que la había acogido en su peor momento. A partir de esa noche siguieron durmiendo todos juntos, a veces cantando canciones, otras veces inventando cuentos y otras pidiendo en voz alta lo que deseaban soñar. Era una práctica importante para ellos, que sus niños aprendan a tener un cierto control en las dos realidades conocidas.

El primer año nuevo con los mellizos lo habían pasado en Corea; el siguiente año se habían ido a Argentina, y ese año les tocaba festejarlo con las hijas de Anna. Les pareció un buen plan, para que la pequeña no se sienta abrumada entre tantos desconocidos y Sídney tenía un clima espléndido, cálido pero no sofocante, el océano y todo su paisaje era ideal para ayudar a que Hanna se sienta mejor, conectada con algo realmente inmenso. Tayel fue al único que dejaron viajar para pasar ese festejo con ellos, ya que le aterraba la idea de ir a Corea por lo ruidosos que son al comer y al hablar, así es que no podían negarse al encuentro en tierras australianas. Anna Luz deseaba hablar con sus amigos de la infancia, y siendo la 1AM allá, decidió llamar imaginando que recién estarían diciendo feliz año nuevo, entre fernet y cumbia. Y no le erró en nada.

—¡¡Aaaaah bueno, apareció la madraza del año!! ¿Qué significa esa foto? ¿De verdad la adoptaron? —Lola pasó del grito al susurro.

—Feliz año loca de mierr... Sí, es tan chiquita, y así y todo creo que entendió la situación; le dijimos que podía llamarnos como quisiera, por nuestros nombres o como sus padres, hace once días que está con nosotros, y hoy me dijo ¡omma (mami)! Todavía se hace pis por las noches, pero seguro pronto sentirá que ese es su hogar, que nosotros lo somos, no quiero que tenga miedo a que la abandonemos.

A COLORFUL FAIRYTALE (Stray Kids fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora