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LA PRUEBA

OHM

Tres meses pasaron sin darme cuenta, lo que se suponía sería una aventura de una noche se convirtió en encuentros fortuitos cada semana, él aparecía en la tienda después de cerrar o pasaba a buscarlo después de la escuela por la parte trasera del edificio, ninguno lo consideraba una relación romántica, solo nos divertíamos cuando teníamos oportunidad, no conocía a sus amigos, ni él a los míos, mucho menos me presentaría con sus padres, pero el acuerdo nos iba bien por ahora.

El tatuaje en su espalda había sanado de maravilla y por fortuna no había notado que yo llevaba el mismo solo un poco más grande entre los tatuajes que adornaban mi cuerpo, sus ojos casi se desviaban a los que tenía en los brazos, a veces hacía preguntas sobre ellos y hablaba de cómo le gustaría ponerse un par más, pero temía que sus padres lo descubrieran.

Me parecía curioso como el inocente omega que me advirtió que no podíamos hacer nada por las reglas de sus padres, ahora pasaba la mayor parte del tiempo en mi cama, aunque siendo honestos tampoco lo culpaba, vivir en una casa como la suya no era precisamente maravilloso, seguir reglas que no entendías, prometer cosas que no comprender y escuchar sermones ante cada pequeño error en tu vida, eran razones suficientes para buscar algo nuevo.

Había descubierto que Nanon era algo parlanchín, no importaba que estuviéramos haciendo siempre encontraba un tema nuevo que contarme, desde breves resúmenes de su día, hasta datos curiosos de sí mismo, así sabía cómo eran sus padres a puertas cerradas, no era una sorpresa que nuestras vidas tuvieran ciertas similitudes, vivíamos cerca antes de que me mudara con los chicos y sus padres eran una réplica prácticamente exacta de los míos, aun así, él se convirtió en una bola de algodón, mientras yo terminé siendo un exiliado.

Eran cerca de las siete, el local estaba lleno y llevaba horas trabajando en el muslo de una chica cobriza que me coqueteaba descaradamente mientras ponía las iniciales de su prometido escondidas entre el tatuaje, no era la primera vez, pero en dueño del salón tenía una regla sobre acostarse con los clientes, así que tampoco sería la primera vez que alguien se iría con las manos vacías.

— ¿Qué edad tienes? — musitó mirándome fijamente con una sonrisa de lado, le sonreí a medias mientras continuaba con mi trabajo.

— Dieciocho — murmuré sin darle pie a otra pregunta, el dueño me había advertido ya en dos ocasiones que le daba alas a cualquier omega que se sentaba en mi silla y no podía darme el lujo de tener un tercer strike. Sin mencionar que últimamente mis necesidades en ese ámbito estaban bastante satisfechas — Necesito que dejes de moverte.

— Llevamos muchas horas aquí, estoy cansada — musitó con una especie de puchero, descansando su mano en mi brazo — Podemos continuar otro día y quizás quieras acompañarme a tomar un trago al bar que está aquí cerca — debía tener seis años más que yo y estaba por casarse, pero estaba seguro de que esa proposición no era precisamente amistosa.

— Si quieres seguir otro día, tendrás que hacer una cita con Yun, pero tengo todo lleno esta semana y la siguiente — musité apartándome de su agarré con una sonrisa profesional, la campana de la entrada se escuchó a mis espaldas y ella bufó pesadamente recargándose de vuelta en la silla.

— Me caso en un mes, si no terminamos hoy no va a curarse para entonces — renegó casi fastidiada, podía decirle que con un trabajo así de grande las posibilidades de que estuviera totalmente curado en un mes eran pocas, pero no sería capaz de aguantar otra sesión con sus manos entorpeciendo mi trabajo — ¿Al menos irás conmigo al bar?

— No, tenemos permitido fraternizar con los clientes — musité regresando al tatuaje, faltaban un par de toques de color, pero seguramente volvería a ser el último en irse esta noche.

Mío  || OhmNanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora