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LA SOLEDAD 

NANON

Las personas a mi alrededor no sabían de mis verdades a medias, mis amigos sonreían al verme con quien se suponía debía estar, mis padres festejaban la llegada de su nieto con alegría que parecía hipócrita y Wen rodeaba mi cintura besando mi frente mientras prometía que tendríamos lo que siempre deseamos.

Debería sentirme feliz, sonreír como el resto de las personas en la mesa y dejarme llevar por la dicha, pero una parte de mí no dejaba de repetirme las palabras que salieron de mis labios en aquel baño de hospital, su rostro traicionado y ojos acuosos me perseguían hasta quedarme dormido, y mi omega no dejaba de cuestionarme las decisiones que había tomado, no importaba cuanto tratara de convencerme de que no había hecho nada malo, sabía que solo me mentía a mí mismo.

Le había sacado de mi vida con la misma facilidad con que otras personas lo hicieron, rompí la promesa que le hice a Bright de no lastimarlo y le quité a nuestro cachorro de las manos después de todo lo que había hecho por nosotros, me sentía culpable y tan hipócrita como mis padres cuando sonreía. Pero si le daba lo que quería, si lo dejaba acercarse de nuevo, Wen se iría sin mirar atrás y no podía perder a mi destinado.

Así que solo me quedaba rogar que un día, cuando conociera a la persona correcta y tuviera otros cachorros, entendiera que lo que creía que sentía por mí, no se comparaba con el verdadero amor, quizás con algo de suerte lograría perdonarme cuando viera a nuestro cachorro tener una vida bonita y llena de posibilidades. Aunque ahora mismo no pudiera más que odiarme por lastimarlo.

Habían pasado dos semanas desde nuestro último encuentro, la doctora había cambiado mi expediente poniendo a Wen como el padre del guisante y había ajustado nuestras citas para vernos cada semana por las complicaciones de mi embarazo, esas dos primeras citas Wen asistió conmigo sin siquiera dudarlo, pero esta semana no creía que fuera a ser así. Se suponía que cenaría con nosotros esta noche, pero en su lugar recibí una llamada cerca de la hora en que se suponía llegaría explicándome que no tendría tiempo de venir a la casa.

— Lo siento, pero apenas estoy saliendo de mi última clase y no creo llegar a tiempo esta noche, quizás mañana después de mis exámenes pueda compensarte — murmuró al teléfono, sabía que mis padres lo perdonarían de inmediato, pero no lo había visto desde hacía días y desde que empecé a vivir aquí, no dejaba de pasar frío cada noche y esperaba que su presencia cambiara eso.

— Podemos desayunar juntos mañana después de la cita con la doctora — musité esperando verlo temprano por la mañana, no me gustaba el frío, nunca lo había hecho y este invierno empezaba a sentirse peor que el de los años anteriores, necesitaba que hiciera esa cosa que los alfas hacían para hacer desaparecer el frío, porque nada más parecía funcionar, ni mis cobijas afelpadas, ni las capaz de ropa que llevaba encima y temía enfermarme si seguía así.

Por un largo segundo se mantuvo en silencio y luego soltó un largo suspiró.

— No creo que pueda ir a la cita mañana, Nanon — murmuró con voz contenida, fruncí el ceño recostándome sobre las almohadas, estaba seguro de que nuestra cita era mañana, él mismo la había agendado la última vez — Tengo que estudiar para los exámenes antes de clases y mi primera prueba es quince minutos después de tu cita, no llegaría a tiempo si te acompaño.

— Pero prometiste que vendrías, dijiste que tenías tiempo los viernes, por eso cambiaste el horario con la doctora — musité tratando de no sonar tan decepcionado como me sentía, sabía que estar en la universidad no debía ser fácil, pero él lo había arreglado todo y no me gustaba ir solo a esas citas, me ponía nervioso desde el primer día y después del accidente no podía evitar sentir miedo cada que encendía la máquina para ver al cachorro, como si fueran a darme malas noticias porque mi cachorro ya no se movía tanto como antes — Puedo llamar a la doctora para que cambie la cita para después de tus exámenes.

Mío  || OhmNanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora