Capitulo 1: "Notar" ✓

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"Esos ojos, azules cómo el bello cielo nublado del invierno, eres el invierno en persona, la señora muñeco de nieve..."

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Labios sabor a cigarrillos
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Caminaba con la mirada gacha, sintiéndose miserable por tener que rebajarse a ir a un psicólogo (aunque bien sabía que debía ir, y lo hacía desde hace dos décadas, casi tres), pero no sólo eso, si no un psicólogo que hablaría con ella y con la peste alemana andante, ya que tenían grandes "problemas" y cada que se veían se trataban de matar, pero, ¿cómo no?, pedirles que se tratarán bien era como pedirle a un perro que no se fuera corriendo de casa cada que abren la puerta de entrada, algo totalmente imposible. Está situación llevaba ya años, pero ni por ello se empezaban a llevar bien, y hasta han llegado a cambiar de psicólogo un par de veces por que terminaban o hartos de ellas, o, con problemas mentales gracias a la nazi.

Finalmente, llegó al edificio, y antes de entrar se aseguró de botar el cigarrillo que llevaba en boca por allí y luego esconder bien entre sus ropas la cajeta que tenía de estos mismos, ya que en el lugar estaba rotundamente prohibido fumar, y aprendió a hacer caso a ésto a las malas, muy a las malas. Paso una mano por sus cabellos así arreglandolos, haciendo una cebolla* con estos, no estaba haciendo tanto frío en la gran Unión Soviética esté año y por lo tanto, eso equivalía a usar menos prendas para mantener el calor, ya no llevaba su característico ushanka* o su gran abrigo de piel de oso, si no una gabardina café meramente abrigadora. Algo ciertamente femenino, le daba su gracia y lograba resaltar que sí era mujer.

Frunció el ceño mientras cerraba los ojos un momento, se preguntó mentalmente, ¿porqué no dejaba ya de ir a estás reuniones diarias de terapia?, más que terapia intensiva parecía terapia de parejas en un matrimonio increíblemente tóxico por la manera en la que peleaban y discutían, la respuesta a eso era estúpida pero, ya se había acostumbrado a ir dos veces a la semana a esos encuentros, dónde podía decirle mil y un mierdas a la "perdedora nazi de mierda". Únicamente con ella se comportaba infantilmente, perdía la etiqueta de seriedad que siempre llevaba consigo dónde fuera, y es qué la alemana le provocaba, ¿no?, ¡ella iniciaba el 95 porciento* de sus peleas y discutas!, desde siempre ha sido así y no creía que cambiara por está estúpida terapia.

Entró haciendo resonar sus profundos y pesados pasos con tacón, llevando las manos en los bolsillos de su gabardina y la mirada relativamente relajada al frente, sabiendo ya de memoria dónde iba, ya conocía el camino, ya sabía a que puerta debía entrar, y sabía que la más baja se encontraría ya presente, y siempre se excusaba a si misma con un "Ella no tiene absolutamente ninguna responsabilidad, yo veo por toda la madre rusa", que era cierto, pero principalmente llegaba tarde por arreglarse*, irónico, ¿no?.

Recibió saludos por parte de los demás empleados del lugar, que se hacian a un lado para dejarle pasar; suspiró profundamente y apretó sus manos, a veces le gustaba exactamente éso, que la mirarán intimidados y maravillados, siendo ella la ídolo de muchas mujeres rusas, un símbolo de patria, uno de amor y aprecio al pueblo, uno de odió rotundo a la pederastia y la burocracia. Aunque habían personas que pensaban otras cosas de ella, pero siendo sincera, no le importaba la opinión ajena. Llegó frente a la puerta de roble y pasó sin siquiera pasar, observando una cómica escena, Third estaba atada a uno de los sillones (muy seguramente por alguna agresividad que hubiera de haber tenido) mientras mantenía una batalla de miradas con el psicólogo que no sabía aún por que había aceptado ése trabajo, sinceramente, pensó que sería grandioso estar cerca de la representación de su país, hasta incluso la de la sucesora de él imperio alemán, pero luego terminó cuestionandose hasta porque estudio la carrera de psicología.

Labios sabor a cigarrillos | (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora