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Abrió los ojos, con cansancio, sin tener la menor idea de que había hecho la noche anterior, o más bien, no recordandolo al momento. Se levantó, quedando sentada en la cama, descubriendo que tenía puesta una bata para dormir bastante cómoda y de color mantequilla con algunos girasoles bordados. Definitivamente es suya.

Miró a su alrededor, también era su habitación, estaba sola, pero algo desordenada, y no recordaba haberla dejado así. Se levantó lentamente, poniendo los pies descalzos en el piso y bostezando, mientras sentía la fría extensión devolverle un escalofrío mientras comenzaba a caminar. Fué hasta su ventana y movió las cortinas, notando que parecía estar siquiera amaneciendo, debían de ser las cinco o seis de la mañana, quizá entre ambas.

Se cubrió con una chaqueta, y fue al baño, mientras aún bostezaba, llevándose una mano a la boca para cubrir esta. Entró, sintiendo la casa un poco sola o al menos muerta, como cuándo todos duermen, y se vió al espejo, descubriendo su aspecto. Cabello desordenado, maquillaje corrido, aunque no en el mal sentido, era más que todo su labial, y su rimel, aunque esté seguro se corrió por haberse pasado las manos en la cara al despertar.

Ladeó la cabeza, tomando su cepillo de dientes y poniéndole una cuarta de pasta dental azúl, para entonces encender el grifo y suspirar mientras se veía a sí misma, cometiendo su rutina de dos minutos de cepillado contundente, para luego usar el enjuague bucal y terminar por sonreír amargamente, al sentir una punzada en la cabeza. Hasta entonces se dió cuenta de dos cosas, es primero de enero, y había bebido hasta sobrepasar su propio límite.

Salió del baño, ya que realmente no sentía ganas de hacer sus necesidades en éste momento (y ducharse sería un suicidio), para luego comenzar a buscar a otra personita. Third Reich.

Fué hasta su habitación, y tocó la puerta, pero al no recibir una respuesta, sólo la habría, descubriendo que la recamara también estaba desarreglada y, que no había nadie.

¿Dónde estaría?

Se llevó una mano a la cadera, mientras con la otra se sostenía para bajar las escaleras, mientras bajaba escalón por escalón, lograba divisar la sala de estar, (también desordenada), y el sofá, que estaba siendo ocupado cuál cama por alguien. Persona que no tardó en reconocer cómo la alemana. Con que allí estaba. Permanecía viéndola a unos dos o tres metros de distancia, y finalmente todos los recuerdos la golpearon.

Third le había hecho una carta, dónde se confesaba, y ambas sentían lo mismo, y se besaron, y... cielo santo.

¿Ahora, son pareja, en serio?

No lo podía creer. Sus mejillas ardieron y no sabía que hacer ante el choque de información. Para rematar, habían pasado festejando y bebiendo, desde el veinticinco hasta anoche.

¿Que tremenda fiesta se habían dado, que había durado alrededor de una semana, y no solo eso, la había hecho olvidar todo y dormir hasta desfallecer?

Habían botellas tiradas por allí, parecía todo un cuchitril, del que se encargarían ambas de limpiar luego. Dió unos pasos al frente, y cuándo quedó frente a la mujer que seguro acabaría teniendo un dolor de espalda y cervical brutal, se sentó a la orilla del sofá, comenzando a moverla un poco de un lado al otro con una mano, haciendo está acción con una suavidad y delicadeza impropias de sí misma.

—Third... Third Reich... —sus amorosos ojos le observaban, encantados, tenía una apariencia similar, pero aún así no dejaba de parecerle sumamente hermosa, un encanto. Joder, ¿debería asustarse de sí misma?, que ironía, las dejaron allí para que se llevaran bien, pero de descubrir cuánto bien acabaron de llevarse, querrían separarlas a lados del mundo distintos incluso. Nadie se debía enterar, ésto no debía salir de aquí— Uhmm... ¿que? —parpadeó varías veces al escuchar éso provenir de Third.

Labios sabor a cigarrillos | (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora