Viktoria D'Mevius
01 de Octubre de 202220:27 PM
Mi padre murió segundos después de ser atravesado por una bala en la sien.
Si bien, pudo haber sobrevivido del primer disparo recibido en el pecho con asistencia médica inmediata, el segundo fue el que le arrebató la vida, y por otro lado, también acabó gran parte de la mía.
Respirar no es estar vivo.
Hay situaciones en las que mueres aún respirando.
Morimos cuando hablamos de algo que para nosotros es importante y la otra persona nos ignora. Morimos cuando alguien a quien adoramos nos lastima. Morimos cuando sentimos que sin esa persona no podemos ser felices. Morimos un domingo, cuando su ausencia es más presente, pero también morimos un miércoles en la tarde, cuando sucede algo que te mueres de ganas por contar, pero esa persona ya no forma parte de tu vida. Morimos intentando salvar una relación, una amistad, un familiar. Incluso intentando salvarnos a nosotros mismos.
Cuando alguien muere, muere un vínculo entre dos personas. Muere un cuerpo, una voz, muere una rutina, planes a futuro, mueren ideas, muere un cuerpo y dos corazones.
Mi vida acabó cuando desprendieron su cuerpo del mío. Cuando bajaron el ataúd donde se encontraba la persona más importante en mi vida.
Acabó en el punto exacto cuando tuve que observarlo por encima de tierra húmeda y removida, sabiendo que no volvería a escuchar el sonido de su voz.
Muero cada vez que necesito ver un video suyo, porque de otra forma no podría recordar aquel sonido.Toda la semana siguiente la pasé en la camilla de un hospital. Al principio, el motivo fue la herida en la espalda, y los pasos a seguir que debía hacer para poder controlar el dolor y el tratamiento. Pero luego, contemplé la idea de acabar con mi sufrimiento, y la exigencia fue peor. Es impresionante como una vida podía acabar y todos se olvidaban de esa persona en una semana. Porque al principio todos lloran, pero son pocos los que realmente estuvieron hasta el final. En la última noche con mi padre, me abracé a Luke con muchísima fuerza para no hacer un escándalo como el que había hecho en el hospital. Mis rodillas dañadas en el suelo me lastimaban mientras veía como se llevaban el ataúd con mi padre hacia el cementerio. Luke me ayudó y así pude llegar hasta allí.
Nunca había llorado tanto en mi vida. Mis ojos estaban quemados de tantas lagrimas, rojos, por lo tanto, tuvieron que ponerme lentillas de descanso para poder soportar el dolor. Mis ojeras son más visibles que nunca. La desmotivación hacía que deje de hacer cosas que en su momento adoraba hacer. Como maquillarme, hacer mi rutina de belleza, arreglarme. Dejé de hacer todo eso, era una persona totalmente diferente. Y con la piel pegada a los huesos. Dejé de comer, no tenía fuerzas para hacerlo y mi cabeza estaba en movimiento constantemente haciendo que solo duerma dos o tres horas por día las primeras semanas, y luego durmiera hasta dieciséis horas por día, para dejar de sentirme parte de mi nueva realidad.
Me había desconectado totalmente de los aparatos dispositivos ya que no tenía ganas de ver el rostro de mi padre o el apellido de mi familia en las noticias. Era la primera vez que prendía el televisor, pero luego de ver la fecha y hora lo volví a apagar, no quería sorprenderme por nada. Tampoco salía de mi casa. La prensa rodeaba constantemente el cementerio, haciendo que ninguno de nosotros pueda ir a visitar a papá con privacidad, solo lo hacía mamá. Y lo extrañaba tanto.
La mañana de su entierro me había quedado un poco antes de que oscurezca, ya que luego cerrarían las puertas y no iba a poder dormir ahí. Claramente. Y allí también fue la última vez que vi a Ramiro. También lo extrañaba, lo necesitaba.
Intenté quitarme la vida por primera vez cuando el cuerpo de mi papá llegó al hospital. Me habían dormido para separarme de su cuerpo y para que dejara de gritar, y cuando desperté en la cama y habitación de paredes blancas, supe inmediatamente en donde estaba.
Me levanté de la camilla con las pocas fuerzas que tenía, ya que ni siquiera pude mantenerme de pie sin ayuda, mis piernas temblaban y el dolor de cabeza era insoportable. Me cubrí con el camisón del hospital y caminé descalza hasta la baranda del balcón.
Cerré los ojos sintiendo el frío de la mañana, sabía que lo haría. No lo dudaba más, di un paso hacia adelante, pero mi cuerpo cayó hacia atrás cuando unas manos firmes me sujetaron con fuerza. Me quejé del dolor y solo podía romper en llanto mientras alguien me abrazaba. Nadie entendía mi sufrimiento, nadie podía entender cuantas ganas de acabar con esto tenía. Dejar de sufrir. Respirar, descansar.
Deseaba estar muerta.
En ese entonces no era consciente de como estaría hoy si tan solo dejara que las cosas fluyan.
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Desear lo Prohibido
RomanceLos D'Mevius son conocidos por ser una de las familias más poderosas del continente europeo y su riqueza es incontable. La más joven del clan D'Mevius, Viktoria, es la más rica de su familia con un capital que crece de la mano de su marca de maquil...