⁰⁰¹. Disturbio

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—¡Quédense aquí! ¡Ni se les ocurra salir de casa!— La madre de los niños presentes se impone

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—¡Quédense aquí! ¡Ni se les ocurra salir de casa!— La madre de los niños presentes se impone.

Todo afuera era un caos, la gente de Zaun corría en dirección al puente como si esa fuera su única razón de existir. Se oyen gritos, disparos, explosiones y metales chocando entre sí.

Finalmente llegó el día en donde las personas de abajo se rebelan contra los de arriba, los de Piltover, por todas las injusticias que están sufriendo para que ellos se vean bien y obtengan más poder, dejandolos con las sobras de lo que ellos no querían. Ya se habían manifestado de otras formas pero solo eran ignorados, terminando así, usando la fuerza bruta.

—¡Pero quiero ir!—Aslan le lleva la contraria a la mujer.

—¡Te dije que no, te quedas aquí!— El gemelo queriendo ayudar a pesar de ya haberle dicho que no, toma un arma de la mesa a escondidas, o eso creyó él, hasta que la mano de su padre se lo arrebata de las manos para entregárselo a la mujer. Ella acepta el arma después de recargarla y la guarda entre el cinturón—¡Deja de agarrar las cosas, enano!

Su esposo al contrario de ella, se muestra calmado arreglandose para salir junto con las demás personas de Zaun.

—¿Cuando vienen?— le pregunta el gemelo de lentes a su padre. Ignorando la pelea entre su hermano y madre.

—Volveremos tarde— menciona — si no llegamos en la tarde es porque nos quedamos con Silco.

—¿Con el padrino?— cuestiona ahora la menor de los tres hijos.

—Si, con el padrino.— Le pone su mano en el cabello y lo despeina al moverlo de un lado a otro haciendo que la niña ría.

El canoso toma una máquina y se pasa las tiras de cuero por los hombros quedando colganto la misma en su espalda. De la máquina se extiende una larga manguera negra que se sostiene de unos ganchos en la zona inferior. Los niños tranquilos ven como su madre amarra, como puede, a su hermano al mueble de los brazos y pies con cinta, e incluso como planeaba ponerle un pedazo de cinta el boca para que dejará de maldecir de una buena vez a la mujer. Su acción es interrumpida cuando un hombre obeso y lleno de sudor abre la puerta de manera abrupta.

—¡Los necesitamos en el puente con las armas!

—Ahí estaremos— declaró la de cabello rizado mientras finalmente le pone el tiro en la boca a su hijo haciendo que él haga sonidos y se me mueva de un lado a otro intentando salir—Si salen de aquí y siguen vivos, yo los mataré.

La mayor sale de la casa sin mirar atrás. El canoso le da una última sonrisa viendo a sus hijos antes de tomar una mochila del piso.

—Cuidense— la puerta bloquea la vista de los niños hacia su padre cuando está se cierra.

𝐁𝐎𝐑𝐃𝐄𝐑𝐋𝐈𝐍𝐄 ᴶᶦⁿˣDonde viven las historias. Descúbrelo ahora