008. Discordia entre hermanos

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Recojo mi mochila, que fue dejada a cargo de la mujer que me mira expectante mientras guardo una vela en ella

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Recojo mi mochila, que fue dejada a cargo de la mujer que me mira expectante mientras guardo una vela en ella.

—Irás allí ¿no?—mi manos se detienen antes de tomar otra cosa. Asiento.—¿Has sabido algo del idiota?—me niego. Sevika suspira molesta—Pues si lo ves dile que me debe veinte monedas, o si no le daré la golpiza de su vida.

Me rio.

—No te pagará aunque lo amenaces, y menos si es con una pelea.

La contraria se burla.

—Pues tendrá que hacerlo—entiendo y se lo doy a entender con una seña. Termino de guardar las cosas y me voy.—Cuídate.

Es lo último que escucho.

A pesar de tomarme mi tiempo llego más rápido de lo que esperaba. Estoy debajo del puente.

Saco las velas y las pongo dentro de la farola para que el viento no la apague. No hay foto, nunca la hubo y tampoco la habrá. Solo un tonto dibujo familiar.

Mis dientes presionan mi labio inferior ante la horrible sensación en el pecho. No lo recuerdo mucho y aún así el sentimiento está presente.

Otro cuerpo se acerca haciendo sombra. Un cuerpo más alto que yo, con un cigarro en la boca y una botella de whisky en mano.

—Le debes treinta monedas a Sevika.—A pesar de no verlo a la cara se que sonríe y me mira burlón. Como siempre lo hace.

—Le debo solo veinte monedas, maldita rata ursurera.

Doy una risita silenciosa y me siento en unos tablones de madera. El mayor sigue mi ejemplo sentándose a mi lado.

—¿Crees que el venga? No lo vemos hace mucho—enciendo el tabaco que le robe a la mujer antes de salir.

—Ha estado faltando los últimos años desde que cruzo ese puente. Deja de pensar que vendrá.—Chesquea la lengua. Aprovecho su cercanía para apoyarme en su hombro, el parece no importarle mientras bebe directo de la botella. Exhalo el humo.—No deberías estar fumando, tienes trece.

—No es como que me puedas acusar con mamá—ambos nos reimos. La risa acaba pronto y ambos nos quedamos viendo el otro lado del agua hacia aquellos enormes edificios que aún tiene las luces prendidas dando un gran espectáculo a altas horas de la noche—Lo extraño.

—No debería extrañar a un traidor—dice con odio y yo lo miro entendiéndolo, nuestro hermano se fue con el bando enemigo y ni siquiera se despidió.—Seguro el no lo hace porque vive una vida de rico—bebé otra vez. Inhalo y vuelvo a soltar el humo, relajandome por completo.

No respondo.

Unos pasos se escuchan detrás de nosotros, volteo a ver encontrandome con el canoso de lentes.

—Farkas...— alejo el tabaco y el teñido también voltea ante el nombre.

—Ya quisiera tener una vida de rico—confiesa.

𝐁𝐎𝐑𝐃𝐄𝐑𝐋𝐈𝐍𝐄 ᴶᶦⁿˣDonde viven las historias. Descúbrelo ahora