III

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(1985)

– ¡Tosh, dibújame un peinado nuevo, este ya no me gusta!

Tick-tack, tick-tack, tick-tack, tick-tack, tick-tack...

– ¡Y yo quiero un nuevo maquillaje, el que me has hecho es feísimo!

Tick-tack, tick-tack, tick-tack, tick-tack, tick...

– ¡A mí me podrías cambiar los labios, házmelos más grandes o algo!

Tick-tack, tick-tack, tick-tack, tick-tack...

– ¡Nos podrías hacer un cuadro que sea como una terracita para que tomemos el té juntas, no seas vago!

Tick-tack, tick-tack, tick-tack, tick...

– No es que sea vago, es que ya tiene una edad y le pasa factura estar tanto rato enfrente del caballete.

Tick-tack, tick-tack, tick-tack...

– ¡Y entonces la muy cabrona de Moshiki me dijo...!

Tick-tack, tick-tack, tick...

– ¡Quiero un perrito mascota...! ¡O, mejor aún, un poni!

Tick-tack, tick-tack...

– ¡Tosh, deja de ser un viejo pajero y dibuja un hombre por una vez en tu puta vida, que algunas estamos muertas del asco porque no nos gustan las mujeres y el único señor que tenemos cerca eres tú!

Tick-tack, tick...

– Es que el otro día me equivoqué de entrada y acabé en la casa de...

Tick-tack...

– ¿¡Quién se ha llevado mi vestido rosa!? ¡Toshro, diles algo!

Tick...

– ¡Decidido, el viernes hacemos el baile y la que no quiera pues se jo...!

Toshro dio un chasquido y todas las voces cesaron, también lo hizo el sonido de las manecillas del reloj. El hombre se quitó las gafas, se recostó en el sitio y se pasó ambas manos por la cara, estaban frías y no sabía si eso era mejor o peor. Quiso murmurar algún insulto, pero estaba tan saturado que no le salió nada.

Él mismo las había creado, pero las odiaba. Más del 50% de sus creaciones que habían tomado vida eran los seres más insoportables con los que se había topado en toda su vida y, tonto de él, no era capaz de soltar el pincel. Por mucho que se decidió a no volver a crear nada más en el momento en el que comprendió que la maldición de aquella aparición era en serio, no había sido capaz. ¿Cómo dejar el arte si era lo único que le daba sentido a su vida? ¿Qué era él sin la pintura, aparte de un hombre patético? Él no creía ser nada, su vida se veía reducida a un sinsentido si no podía pintar, no se veía capaz de aportar nada bueno. Así que no lo había dejado, sin más.

¿El precio a pagar? Una casa de la que no se veía capaz de salir por temores irracionales infestada de mujeres insoportables que lo único que encontraban como divertimento era pedir cosas constantemente, insultarle, hacerse amigas o hasta pelearse entre ellas. Mujeres que, además, podían salir de los cuadros cuando les diese la regalada gana y aprovechaban para hacerlo justo cuando dormía, solo para darle el susto de su vida y reírse de él. Eso o se dedicaban a viajar por el mundo de la ficción para llegar a cuadros o dispositivos que él desconocía para hacerle la vida imposible a terceros.

One-shots (2023-????)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora