Amadeo

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Sabina había escuchado los rumores del pueblo, era difícil no enterarse de que todo el mundo estaba aterrorizado por la supuesta aparición del diablo en las profundidades del bosque, mucho más cuando en misa se mencionaba constantemente. No se lo había tomado en serio, sin embargo, porque sabía que eran normales y que seguramente se estarían refiriendo a una persona con poderes cualquiera. Teniéndolos ella también, era contraproducente estar asustada. Por eso salió de su casa, se alejó del claro en el que estaba construida y salió con su cesta a buscar todas las plantas que necesitaba para las pociones con su tranquilidad usual, silbando con alegría y sintiéndose en casa porque conocía cada milímetro de ese terreno.

Tuvo que descartar su teoría inicial una vez allí, desgraciadamente. Agachada frente a un arbusto y recogiendo unas flores, le dio por girarse hacia la izquierda, justo en dirección a la entrada de una cueva. Unos ojos completamente naranjas y relucientes la recibieron, eran casi amenazadores y no parecían tener la intención de parpadear. Estaba mirando a Sabina, eso estaba claro. Esa mirada junto con información que poseía previamente la llevaron a una conclusión rápida: se trataba de un demonio. Sabía que existían, su abuela le había hablado mucho al respecto y ella había dejado que su libreta mágica apuntase todo.

Siempre la llevaba encima y, por tanto, tuvo la sangre fría de no actuar sin revisarla antes. En términos generales, recordaba perfectamente que le hubiesen dicho que había muchos prejuicios en cuanto a esa especie se trataba por culpa del cristianismo, que realmente no eran tan malos y que, por muy intimidantes que pareciesen de buenas a primeras, no tenían una tendencia real a atacar o matar humanos. Sí tenían la capacidad de hacer pactos, tanto entender como hablar los idiomas humanos y camuflarse hasta cierto punto para parecerse a ellos, pero todo esto eran meros mecanismos de supervivencia. Le recordaba a las sirenas: dependiendo de a cuánta profundidad del mar se hallasen, era más o menos probable que pudiesen transformarse para tener piernas y esto estaba fuertemente condicionado por los humanos y su necesidad de erradicar todo lo diferente a ellos.

De buenas a primeras, entonces, el demonio escondido que no le quitaba el ojo de encima no tenía intenciones asesinas. Los demonios, de hecho, eran vegetarianos por lo que ponía en ese texto así que, en un arranque de curiosidad, agarró una pera que se había llevado y la lanzó en dirección al desconocido. Hubo unos segundos en los que nadie se movió, por un momento la pelirroja estuvo aterrorizada ante la idea de que su abuela se hubiese equivocado en todo lo narrado y este gesto suyo fuese considerado una amenaza. No supo si calmarse o no cuando la criatura salió de entre las sombras y se encontró con un ser enorme a 4 patas, no quería pensar cómo sería en pie. Un gateo sigiloso, sin perderle la vista a Sabina, acercándose a la ofrenda sin prisa.

Sus garras eran lo suficientemente grandes y afiladas como para matarla de un manotazo, su cornamenta era considerablemente grande, sus alas y cola no se quedaban atrás. Todos esos rasgos parecían denotar que se trataba de un "pura raza", por decirlo de alguna forma. Era de los que había nacido tras el impacto de un meteorito contra la Tierra, un "alienígena", si se quería tomar de esa forma. Nada de cría entre diablos ya existentes en su mundo, mucho menos fruto de una relación interespecie. Lo que más le llamó la atención, a pesar de todo, fue que en esa piel marrón y visiblemente áspera había una herida: alguien le había hecho un corte en la zona superior de la nariz y todavía sangraba. Se preguntó qué tipo de persona podría atacar a semejante monstruosidad y salir airosa, le costaba creer que eso fuese obra de un animal porque era muy recta y limpia.

Observó como se comía la fruta de un solo bocado (con rabo, piel y tierra incluidos) y se acercaba a ella con la misma parsimonia, como si tuviese todo el tiempo del mundo. Sus ojos marrones volvieron a dirigirse a la libreta una vez más, buscando alguna respuesta a por qué se interesaría en aproximarse. La respuesta llegó antes: estaba oliendo la canasta porque también tenía una naranja guardada ahí. Se apresuró a sacarla ella misma antes de que la rompiese o tirase todo lo que había recolectado y, aunque el demonio hizo el amago de morderla sin más con esos colmillos que no tenían sentido para no poder digerir carne, Sabina no le dejó.

– ¡Espera, espera!

Curiosamente, ese ser enorme y tan amenazante cesó en sus intentos cuando escuchó esa negativa, quedándose de cuclillas mientras la veía quitarle la piel a su comida. También se tomó el tiempo de separarla en gajos y, con cierta duda, hizo por alimentar poco a poco a la bestia. Se dejó sin dudarlo, no hizo el amago de morderla en ninguna ocasión y dejó que fuese dejando caer en su boca cada una de las piezas. Era mucho más dócil de lo que había esperado de buenas a primeras, también más educado. Pensó que eso era tierno, de alguna forma u otra.

Eso sí, no podía parar de pensar en el corte abierto, sentía la necesidad de hacer algo al respecto antes de que se le infectase una zona tan delicada como la cara. Una vez se terminó la naranja, no tuvo claro cómo proceder, suponía que lo lógico sería pedirle que esperase en la cueva en la que estaba escondido antes en el tiempo que ella tardaba en volver a su hogar y traerle una poción con la que curarle aquello. No le dio tiempo de verbalizarlo porque el demonio tenía otros planes: ahora estaba peligrosamente cerca con tal de olfatearla a ella.

– ¡O-oye...!

Esta llamada de atención no sirvió de mucho, seguía su camino desde la cara hasta su amalgama de rizos rojos y no parecía tener intenciones de parar. Fue entonces cuando se sintió incómoda y avergonzada: había estado evitando fijarse en que él estaba completamente desnudo y ahora no había forma en la que ciertas partes no entrasen en su campo de visión. Tragó saliva y giró la cabeza, queriéndose consolar con el hecho de que por lo menos no "estaba emocionado", como ella solía decir, y que toda esa situación solo era rara en ese ámbito si ella decidía verla como tal. Se dejó hacer hasta que notó exhalaciones en su cuello, ahí sí se vio en la necesidad de levantarse con toda la cara roja y un aire de reproche. El demonio, por su parte, solo le dedicó un gesto curioso, pues no veía lo malo en examinar a la pecosa. Comprobar una vez más que sus intenciones no eran pecaminosas, a pesar de que su aspecto haría pensar lo contrario a cualquier religioso, consiguió ablandarla al punto de no salir corriendo sin echarle un cable.

– ¿Te duele? – le señaló el corte, recibiendo un asentimiento de cabeza – Hago pociones, puedo curarte.

Le sorprendió ver que movía la cola a los lados, a pesar de que no hubiese cambiado la expresión. ¿Qué significaba eso, exactamente? ¿Era una muestra de felicidad, como en el caso de los perros? Podría denotar ansiedad también, en esa situación lo veía plausible. Incluso si su plan inicial era dejarle solo hasta encontrar lo que necesitaba, verle tan manso le hizo sentir cierta lástima, también la llevó a comprender como alguien podría haberle hecho daño: era demasiado bueno y podría sucederle cualquier cosa en lo que tardaba en la ida y vuelta. Se rascó el brazo, planteándose si sería buena idea llevarlo a su casa. Sus abuelos seguro que no verían el inconveniente, sus padres tal vez la reñirían un poco, pero sus hermanas pequeñas podrían tener pesadillas a raíz de esa imagen perfectamente. Pero era tan bueno, le costaba tanto creer que se podría defender... Soltó un suspiro lleno de congoja.

– Ven conmigo... – dejó salir una voz más suave de la que había usado hasta ese momento.

Tal como había solicitado, el demonio la siguió desde atrás mientras hacían el camino a su hogar. No tenía suficiente con que la gente del pueblo ya la considerase satánica de por sí solo por pelirroja, pecosa y bruja: ahora también tenía a ese ser gigante tras de sí. Algo irónico, si se miraba desde ese lado, lo suficiente como para sacarle una risita por debajo de la nariz. 

***

Me la pela que todavía no le hayan puesto el nombre de Amadeo a Amadeo en este one-shot, le voy a poner ese título porque puedo y porque quiero lmaooo

Tengo un puñado de escritos haciendo cola para ser subidos y hoy necesito distraerme un poquito así que aquí estamos: el momento en el que un demonio milenario se va a empezar a relacionar más con humanos al punto de acabar camuflándose para parecerse lo máximo posible a uno eventualmente ;D

Me apetecía también subir esto antes de otro one-shot también relacionado con demonios porque siento que en este se da mucho más contexto, como que menciono más datos más o menos relevantes de los demonios (diferentes apariencias y tamaños de cornamenta dependiendo de su nacimiento, son vegetarianos, se camuflan, entienden los idiomas humanos, etc) (?)

En fin, no me apetece escribir mucho más en la nota de autora porque estoy agotada emocionalmente (la vida no me está tratando nada bien desde junio hasta ahora lmaooo), procedo a despedirme :p

Monsterfucker se nace, no se hace, y me sé de una que lo es bastante (y no especificaré si me refiero a Sabina, a mí misma o a ambas DECÍA) u_u

One-shots (2023-????)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora