Capítulo 8

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    Despiertas sola en la hamaca, te frotas los ojos y levantas la cabeza, viendo a Price guardar su saco en su mochila

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    Despiertas sola en la hamaca, te frotas los ojos y levantas la cabeza, viendo a Price guardar su saco en su mochila.

— Buenos días— te obligas a toser para poner en funcionamiento tu garganta.

— Buenos días— saludas de vuelta.— No tardes en levantarte, tenemos trabajo que hacer.

    Frunciste el ceño ante su actitud seria, sin saber si había dormido mal en la hamaca o si era así de malhumorado por las mañanas, o sólo tal vez estaba preocupado por la misión.

    Pero no, Price no estaba preocupado porque sabía que ambos estabais bien capacitados para esto, siempre tomaba las mañanas de forma tranquila y había dormido bien en suspensión, notando más aliviados sus músculos y articulaciones que cuándo le había tocado dormir en el suelo.

    Por desgracia para Price, su moral le gritaba que lo que estaba sintiendo estaba mal, jodidamente mal. Tu moral, por otro lado, estaba de acuerdo con el nacimiento del nuevo sentimiento sin importarle nada.

— Recibido, capitán Price.

    Te levantas y recoges la hamaca junto al saco de dormir, los guardas en tu mochila y desayunas rápido.

— ¿Has terminado? — asientes.— Nos vamos.

    Price saca el mapa virtual y empieza a caminar, tú lo sigues con molestia.

— ¿Eres así de borde todas las mañanas?— preguntas.

— Silencio, nos acercamos a territorio enemigo — bufas ante su respuesta, él, de espaldas a tí, frunce sus labios.

    Seguís la marcha hasta que John levanta la mano y frenas en seco, ambos os agachais.

    Price voltea la cabeza para verte ligeramente, cuando obtiene tu mirada, hace una señal de que avances a su lado, cosa que obedeces. Una vez que estás más adelante, ves, a través de la vegetación, una estructura de metal.

— El río está al otro lado, rodeamos y vemos el perímetro.

— Recibido.

    Continuais la marcha hacia un lado, rodeando el perímetro hasta llegar a un desnivel que daba paso a un pequeño precipicio que caía hacia el río. Se veía con bastante caudal, por lo que una caída no sería peligrosa. En un principio.

    Os deteneis en seco cuándo veis una pareja de soldados salir por una puerta metálica charlando, empezando a hacer guardia. La vegetación os cubría del pequeño claro en el que ellos se encontraban.

— Son los únicos que están fuera, no debe haber mucha gente — susurra John.

— Normal, esto está remoto. Cómo se que esperan que pueden ser atacados— hablas con aburrimiento—. No será complicado.

— Tú el de la derecha y yo el de la izquierda.

— Disparar llamará su atención.

— ¿Quién dijo nada de disparar?

Rebelde [John Price] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora