Capítulo 13

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    La primera noche allí no pudo ser peor para tí, llena de pesadillas y malestar; para Price, llena de preocupación

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    La primera noche allí no pudo ser peor para tí, llena de pesadillas y malestar; para Price, llena de preocupación.

    La mañana del segundo día en la casa del hombre llegó, y lo primero que hiciste fue darte una ducha para quitar todo rastro de sudor y lágrimas.

    Luego, te diriges a la cocina pensando en preparar algo para Price, cómo disculpa por despertarlo anoche, y para tu sorpresa, él se ha adelantado a tí.

— Buenos días— te saluda con una sonrisa suave cuando te nota entrar en la habitación

— Te me has adelantado— admites apreciando la mesa con café, fruta y tostadas.

— ¿Planeabas saquear mi nevera?— eleva una ceja en señal de burla.

— Sí—no tibuteas en tu respuesta, pillándolo por sorpresa, por lo que es tu turno de burlarte—. Quería prepararte al menos un café, para disculparme por lo de anoche.

— No te preocupes por eso, ¿Pudiste dormir bien después?— Price se sienta en una silla y y tú sigues sus pasos, quedando en frentee de él.

— Sí— mientes, cosa que él nota.

— Hamilton...

— Desperté varias veces, aunque sin pesadillas.

— Le tendremos que decir al doctor— niegas ante sus palabras.

— Hoy intentaré escuchar un poco de música, a ver si me ayuda. Si no mañana que es cuando viene se lo diré— en eso, Price se levanta otra vez y sale, dejándote totalmente confundida.

    No estabas soltando comentarios sobre vosotras para no dañar más su moral o incomodarlo, tal vez estaba molesto por no dormir bien o usar la ducha sin preguntar.

    Tus pensamientos se vieron interrumpidos por una pequeña caja frente a tí. Price la arrastró en tí dirección y volvió a su sitio.

— Llegaron esta mañana mientras te duchabas— te informa.

— ¿Qué es?

— Ábrelo.

    Le miras confundida y rompes el cartón, desvelando la caja de unos auriculares nuevos.  Tus ojos y boca se abrieron con asombro, y sensible de estos días, poco te faltó para que tus córneas se llenasen de lágrimas.

— Se las pedí a Laswell ayer, y ya sabes, la CIA tiene entregas rápidas— bebe de su café con tranquilidad.

— Muchas gracias — apartado la vista del aparato para mirarlo a él—, muchas gracias por todo, de verdad.

— No es nada— su mirada es comprensiva y te gustaría decir que incluso amorosa—, eres mi solado y es mi deber como capitán cuidarte.

    Y se te fue a la mierda la esperanza con sus palabras, por qué claro, tú eras una sargento y él el capitán de un mismo equipo, ya está. Esto sólo era compañerismo.

Rebelde [John Price] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora