Entró por las puertas del edificio recibiendo de inmediato las miradas en el vestíbulo, desearía que fuera por lo hermosa que era o por su gratificante trabajo que entregaba a la editorial, en cambio sólo fueron murmullos y chismes que la rodeaban constantemente acerca de su exesposo y lo bruja que todos creían que era.
Maldecía su falta de socialización y lo bueno que era Cameron para convencer a las personas a hacer lo que quisiera. Un narcisista por excelencia.
Sujetó con fuerza un termo azul claro y sorbió un poco de chocolate caliente. Llevaba botas café al tobillo con tacón, una falda lápiz con un suéter gris, por encima llevaba un saco largo para el frío. Su cabello era el problema, tenía demasiado, aunque en el pasado no sabía qué hacer con él, ahora se le facilitaba amarrarlo en una coleta o un moño alto.
—Buenos días, Olly —sonrió Anne con su agenda en manos—. Tu día está libre hoy, así que te he agendado...
—Si vas a decir que abriste otra vez una cuenta de Tinder a mi nombre, te juro que te tiraré el chocolate encima.
—Esperaba que esta vez fuera café, madura —replicó la joven fingiendo enfado—. Y no, te agendé un almuerzo en el restaurant que te agrada.
—Eso me gusta mucho —respondió aliviada de saber que no se había metido en su vida personal y romántica, la última vez dejó una caos, y aunque no le agradeció las citas que tuvo con los hombres más raros que pudo encontrar, uno de ellos hasta llevó a una de sus mascotas a la cita, no rechazaba a un hombre con gusto por las mascotas, sino a precisamente el que llevaba una iguana de nombre Jeff y que comía en una silla como cualquier persona normal—. ¿Comerás conmigo?
Preguntó esperanzada de que así fuera, en cambio sólo la observó estupefacta. El ascensor se abrió frente a ellas y entraron.
—Con agendado un almuerzo hoy, no me implica a mí contigo.
— ¿Entonces con quién?
—Bueno para empezar, yo no lo agendé —confesó apretujando su agenda contra el pecho. Un tic se formó en el rostro de Olympia, no le gustaba hacia dónde iba esto—. Fue el Sr. Henson, él dijo que fueras y yo sólo te estoy avisando.
—Bueno, me gusta comer con él —asintió aliviada, al menos no era ninguna cita alocada de la cual luego se arrepentiría—. Y de pronto ya me siento hambrienta.
Su sonrisa se borró en cuanto se alejó de su mejor amiga, pasó entre varios cubículos otra vez con la mirada de los empleados taladrando en su poco autoestima.
Si por ella fuera, todos estarían despedidos, todos y cada uno de los que contaban chismes e incluso noticias falsas acerca de su vida íntima.
—Y una última cosa —detuvo a Olympia antes de abrir la puerta—. Cameron está aquí.
Estaba ahí, resonaban las palabras en sus oídos. Entró de golpe y enseguida el hombre se puso de pie observándola, cerró detrás de sí al entrar y sonrió.
—Buenos días —murmuró, se acercó al escritorio ignorando la fija mirada que le seguía por todo el camino. Cameron entonces habló.
—No ha llegado el cheque. Y necesito el dinero.
—Lo sé, lo sé, perdón. Es sólo que, no he tenido tiempo de hacerlo, de ir al banco, y...
—Olympia —masculló entre dientes, y aun así le miró compasiva, todavía le apreciaba mucho, a pesar de conocer sus intenciones del divorcio aceptó otorgarle un poco de dinero cada cierto tiempo para que pudiera establecerse, era el trato si ella se quedase con el departamento. Un trato que había cumplido desde medio año atrás—. Quedamos en ese cheque, tú ganabas más dinero que yo. Necesito el dinero.
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Por amor a los Dioses.
RomanceEncantador, carismático, sobrenatural y misterioso: Adam Henson nunca se ha sentido parte de este mundo, ¿será porque no lo es? Un Dios entre mortales intentando aprender de ellos se ve envuelto en un romance con la jefe de su empresa, Editoriales H...