Capítulo 14

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Caminaba de un lado hacia otro en su oficina observando el ventanal intentando divisar a Olympia entre todos los humanos de ahí, no podía sentirla. Un mal presentimiento rondaba en su cabeza y sabía que debía hacer caso a su presagio.

Se mordió el labio inferior imaginando un sinfín de cosas.

—Me va a marear si sigue caminando de un lado a otro —contempló Alexander—. Venga a sentarse y firmar estos papeles.

—Alexander, ¿tú crees que le haya pasado algo? —el mencionado negó sabiendo que ni siquiera le miraba—. Tal vez deba llamarle.

—No, no, usted debería sentarse y calmarse un poco, ha estado con ese pendiente toda la mañana. Deje que la chica se divierta un poco.

Frunció el ceño esperanzado que fuera cierto, pero desde el día que estuvo con Olympia no se sentía el mismo, sus poderes habían disminuido y todavía sentía mareos que lo llevaban a sentarse si demandaba mucho a su cuerpo. Luego de mandar a Mors a investigar supo que a todos los Dioses que tuvieron relaciones con algún humano les pasó, se maldijo mil veces por no saberlo antes y ahora la chica estaba más que desprotegida por su culpa. El tiempo de duración de la debilidad era aleatorio, y le molestaba no saber qué pasaría.

—Alexander —murmuró tomando la pluma de su saco y se acercó a firmar los papeles, no terminó y prefirió continuar observando a través de la ventana.

—Usted, a veces es muy extraño —dijo finalmente no sin antes dedicarle una mirada a su jefe, se veía realmente preocupado, pero no podía negar lo misterioso que siempre le pareció, finalmente salió del lugar.

Juntó sus manos detrás de la espalda y entrecerró los ojos. Pudo sentir una vibra extraña que lo atrajo hacia un lugar, debía ser ella. Se hizo bruma y apareció en el callejón más cercano al lugar.

Gritos y claxon de autos se escuchaban por toda la zona, se asomó a través de la esquina del callejón y observó a varias personas corriendo hacia la cafetería Fahrenheit, su cabeza le daba vueltas, pero corrió en la misma dirección.

—Nos atacaron, unas personas altísimas, mujeres muy hermosas —cuchicheó una persona frente a un reportero.

—Una chica salió huyendo hacia allá —señaló—. Parece que venían a buscarla a ella, pobre, esperemos que la policía llegue pronto.

— ¿Dónde es allá? —gruñó Adam tomando al joven por el cuello de su abrigo, pareció tambalearse.

—Al parque Crombie, ella corrió hacia allá.

Un bufido inhumano salió de su garganta y corrió hacia la explanada del parque.

Olympia apresurando el paso con todas sus fuerzas, unas personas le venían pisando los talones, tropezó sobre la tierra del pequeño campo de béisbol y entonces se burlaron de ella.

—Eres tan estúpida, no me sorprende que Júpiter no se haya querido ni siquiera involucrar en venir por ti, humana repugnante.

Desplegó una lanza que brillaba con una extraña aura amarilla y asestó el primer golpe. Olympia se cubrió con el brazo, pero sintió un cuerpo colocarse sobre ella.

Adam soltó un alarido de dolor al sentir el arma apalear su espalda. Una y otra vez, las personas reían. La chica ojeó a su protector y soltó un chillido en cuanto sintió el cuerpo débil del hombre caer sobre de ella, la sostuvo cerca pasando un brazo alrededor de su cintura y entonces se volvieron bruma.

Aparecieron al instante en el Templo, las sombras se estremecieron agitando sus manos, pezuñas y alas, todos aclamaban por la llega de su amo.

— ¿Qué ha pasado? —gritó Mors sosteniendo el cuerpo de su amo.

Por amor a los Dioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora