Capítulo 16

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Caminaba a través de las calles de Toronto cubiertas de un hermoso color blanco con su gabardina favorita que le llegaba hasta los tobillos, sentía que le daba un aire misterioso del que le encantaba presumir cada que podía, en un principio a pesar de no poder sentir el frío estaba obligado a vestir lo mismo que los humanos para no parecer un ser extraño, aún se sentía como un completo invasor alrededor de ellos. Todos corrían de un lado para otro con bolsas, pasteles y hasta árboles cortados. Los edificios adornados con esferas y escarcha verde, listones de colores vivos y música adorable que penetraba hasta lo más dentro de su ser, le emocionaba esa época.

—Podríamos pasar Navidad en mi casa, te juro que prepararé aquella sopa de hongos que tanto te gustaba —comentó Hank con algunas bolsas en las manos, la nieve comenzó a caer, así como las esperanzas de Adam de comer algo agradable esa noche, era por ello por lo que decidió comenzar a cocinar, y se le daba muy bien.

— ¿Esa horrible sopa? No, ni se te ocurra, ¡que tormento! —se rio golpeando el costado de su amigo que se quejó con exageración.

—Recuerdo que dijiste que te gustaba.

—Para nada y por mi tumba que nunca volveré a comer eso, tenías el peculiar don de que siempre supiera a hongos pútridos.

—Pues ese era el toque especial y tu tumba es pura mentira, no vas a morir nunca —se carcajeó, la sombría mirada de Adam le heló hasta los huesos—. ¿Sucede algo?

Preguntó por el repentino cambio de actitud del hombre a su lado.

—Presiento algo, y no me agrada tener esa sensación.

—Puede ser que ya estuvieras presintiendo que a pesar de tus suplicas yo haré la sopa —Adam asintió con la mirada perdida en el horizonte y entonces las luces del lugar se apagaron por completo, un aire sombrío los azotó haciéndolos caer hacia atrás. Las bolsas dejaron ver todo su contenido, regalos envueltos en vibrantes colores y algunos ingredientes para la cena de esa noche.

—Te dije que no me gustaba, ¡HANK! —tomó del abrigo a Hank y lo lanzó hacia el otro lado de la calle cuando un rayo lo abatió por completo, un dolor punzante le recorrió el cuerpo entero. Giró al escuchar una risa maquiavélica acercarse, Alecto le veía lúgubre acercándose hacia Hank que estaba sujetado por sus otras dos hermanas, Megera y Tisífone, su porte sobrenatural le hacía ser una de las mujeres más hermosas en la Tierra, llevaba una lanza en la mano—. Alecto, por favor.

Alcanzó a pronunciar, sus ojos se encontraron con los de Hank y las lágrimas le brotaron de inmediato, el miedo se notaba en todo el rostro de su amigo que no tenía certeza alguna de lo que estaba sucediendo. Él le sonrió con las cejas fruncidas y dejó escapar las lágrimas que tenía ahogadas, y en cuanto la lanza de Alecto penetró en el corazón de Hank, Adam soltó un grito que hizo retumbar desde la Tierra hasta el Olimpo.

Desenvainó su horca desde el plano donde se encontraba el Inframundo y con voluntad infundada pudo levantarse con el rayo de su hermano Júpiter aun recorriendo su cuerpo entero. Lanzó la horca hacia Alecto que desapareció de inmediato junto con sus hermanas.

Adam corrió junto a Hank y tomó su mano con escasa vitalidad, de sus ojos seguían cayendo lágrimas y lamentos, no quería perder a alguien más por sus inútiles reglas.

—Amigo mío, es momento ¿no?, Podré verla otra vez.

—No —apenas alcanzó a susurrar—. Tenías todavía mucho tiempo por delante, se lo prometiste a Mirna.

—Podrás verme siempre allá en los Campos, ¿no es así? —Adam negó, no tenía permitido entrar y perturbar las almas que descansaban ahí, le acongojó saber que estarían tan cerca y que no podría verlo más, tal vez hasta en la siguiente vida—. Estoy listo.

Por amor a los Dioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora