—Voy a matarlo primero —murmuró la joven con un enfado creciendo en su interior, no podía creer que Adam intentase borrarla de su vida, frunció el ceño en cuanto Mors le tomó del brazo con una mirada que la reconfortó de inmediato—. Lo siento, en verdad, es sólo que tienes razón Mors, le quiero y lo odio, maldita sea, ¿por qué tiene que ser tan difícil?
—Lo sé Olly, se nota en tu rostro cada que le piensas, más cuando crees que nadie te está viendo.
— ¿Me has estado vigilando?
—Es efectivamente lo que me pidió Adam —comentó orgulloso de que había hecho su trabajo bien.
—No entiendo, ¿por qué no recuerdo la última semana? ¿Qué fue lo que hizo exactamente conmigo?
Mors pareció pensarlo por unos segundos, se sentó sobre el escritorio y la miró una vez más. Rascó la inexistente barba y por fin habló.
—No tengo ni la menor idea, supongo que tú misma ignoras la última semana.
—Esto de saber que existen seres sobrenaturales, más de los que jamás pudiera haberme imaginado —comentó sentándose en el sofá—. Es impresionante en serio, aún no me la creo.
—Yo sólo estoy esperando a que digas que iremos a asesinar a Plutón... Adam —se corrigió.
La chica echó un vistazo a la ventana y Mors pudo verla con mejor interés, tenía una rostro muy normal, con una mandíbula que, aunque no estaba afilada era perfectamente hermosa, los labios levemente regordetes y ojos que emanaban una curiosidad innata, incluso su nariz que no era perfectamente respingada se detallaba de manera preciosa. Ahora comprendía por qué Adam le quería tanto y por primera vez un brillo de interés en quedarse ahí en el plano terrenal le surgió en el corazón. Deseaba encontrar a una mujer que le moviera el mundo y provocarlo a hacer cosas tan estúpidas como Adam hacía con Olympia.
— ¿Cómo te la pasaste en tus primeros días como humano? —murmuró atrayendo la atención del joven que seguía rascando su barbilla con ímpetu.
—Han sido los mejores días de mi vida —confesó—. He comido todo lo que se me ha antojado, he visitado muchos lugares y por supuesto, gastado la fortuna de Adam Henson.
Olympia soltó una larga carcajada imaginando al joven intentar gastar la larga fortuna del Dios que se ha ido amontonando por miles de años, una situación que lograría desbancarlo después de muchos miles de años más.
—Si te unes al lado oscuro obtienes una asquerosamente enorme cantidad de dinero, comida y un llavero malévolo —Mors asintió entendiendo a medias el sarcasmo que le dedicaba.
De pronto un extraño rayo abatió a Mors tirándolo al suelo soltando un alarido de dolor, sintió que su cuerpo se llenaba de energía que lo detenía y lastimaba al mismo tiempo. Olympia corrió en su auxilio, pero en cuanto puso un pie cerca del chico fue atraída por una fuerza extraña hacia el sofá y cayó de espaldas en la mesa de vidrio rompiéndose en miles de pedazos en el acto.
Alecto apareció entonces junto a Mors con una mirada siniestra que le traspasaba el cuerpo entero, la ojeó por unos segundos, nunca en sus larga vida pensó ser asesinado por una mujer tan hermosa, sonrió con torpeza y rogó porque Adam apareciera, con la falta de movilidad que tuvo ni siquiera pudo apartarse en cuanto Alecto insertó su lanza en su brazo rasgando la piel con ferocidad.
No le importó siquiera soltar un grito de súplica, bastaba con escuchar los de Olympia que pedía que le dejasen. Elevó su cabeza por unos segundos y la vio. De sus ojos brotaban lágrimas que le lastimaban porque sabía que le pedía ayuda e incluso así no pudo moverse, de la frente y su mano le manaba sangre de la cual ni siquiera sabía podía brotar.
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Por amor a los Dioses.
RomansaEncantador, carismático, sobrenatural y misterioso: Adam Henson nunca se ha sentido parte de este mundo, ¿será porque no lo es? Un Dios entre mortales intentando aprender de ellos se ve envuelto en un romance con la jefe de su empresa, Editoriales H...