godforsaken | bruce wayne.

008.

.
.
.

-¿¡Donde carajos estás, Delancey!?- fue lo primero que exclamó Kayla, mientras atendía la llamada de su amiga- te he intentado llamar miles de veces y fui a tu apartamento y me dijeron que te fuiste de ahí.

Delancey suspiró, mientras Bruce la miraba, estaban en el auto, camino a la torre Wayne. La pelinegra sabía que ella tenía razón en estar enojada, era su mejor amiga y no le había contado nada, pensando que lo mejor era no decirle nada al respecto, para no preocuparla.

-Es una larga historia, Kay- dijo ella- han pasado un par de cosas la última semana y... perdón por no contarte, es que no quería preocuparte.

-¡Oh, que linda!- soltó llena de sarcasmo- claro que no iba a preocuparme, eso de no saber dónde carajos estabas, Gracias ela.

Delancey suspiró.

-Esta bien, te lo contaré todo, está noche, en tu casa.

-Esta bien, más te vale traerme helado de galletas- dicho esto, colgó la llamada. Delancey miró la pantalla de su ya obsoleto teléfono y luego miró a Bruce.

-Kay va a matarme- se lamentó- debí haberle dicho todo.

-¿Por qué no le dijiste?

-Se iba a preocupar... Kayla no sabe que trabajo en el iceberg lounge- confesó- ella cree que trabajo de niñera en mi edificio, pero no, no puedo decirle que soy una...-se detuvo, dándole vergüenza- mesera.

Bruce sabía que ella le estaba mintiendo, la había visto bailar en el tubo, sabía que era ella aunque tuviera peluca rubia, sus ojos y esa separación entre sus dientes, era algo muy característica de la chica.

-¿Por qué no lo sabe?- preguntó con el ceño fruncido. Los ojos de Delancey se cristalizaron sin poder evitarlo, Bruce asintió- no tenemos que hablar de eso, ¿quieres irte ya?

-Si.

Ambos salieron de las industrias Wayne, los fotógrafos esperaban en la entrada pero ellos salieron por el estacionamiento subterráneo, por lo que no pudieron ver a la acompañante del hombre más poderoso de Gótica.

Delancey iba en el lujoso Corvette negro, Bruce se ofreció a dejarla en casa de Kayla, una vez frente a la casa, los vecinos no tardaron en prestarle atención al vehículo.

-Pasaré por ti luego, llámame- dijo el- si yo no puedo venir, entonces vendrá Alfred, ¿está bien?

-Puedo caminar. O usar el autobús.

-No- dijo firmemente- si no puedo pasar por ti, Alfred lo hará. ¿Está bien?

-De acuerdo- rodó los ojos divertida- ten un buen día, cuídate.

Bajó del auto, para luego observar como este se alejaba por la calle, los vecinos que habían salido a curiosear la miraban asombrados, sabían que Delancey no tenía precisamente la mejor posición económica, eso se notaba por la forma en que vestía y además, digamos que a una que otra chismosa, repetía lo que la madre de Kayla les decía, cuando recolectaba ropa para ella.

-Es una muchacha buena, que ha pasado por cosas muy malas. Necesita tanta ayuda como pueda.

Delancey soñaba con aquello, con una casa bonita, con rejas altas y blancas, en un vecindario dónde dejar las ventanas abiertas no representaba ningún riesgo, con un jardín verde, con alguna que otra flor, una cocina bonita con un horno que sirviera, sin filtraciones de aguas ni humedad en las paredes, no era necesario ser grande, con una pequeña bastaba, con una habitación cómoda y una cama de verdad.

Un hogar.

Delancey añoraba volver a tener un hogar.

Pensó que con la muerte de sus padres, tendría un hogar con su tío, pero cuando el enloqueció, de forma literal, frente a sus ojos y luego el gobierno de gótica la dejó de patitas en la calle, entonces supo que esa idea de hogar, sería algo lejano y que conseguir, tomaría años.