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Yuuta

Desde que tengo memoria, Amaya ha estado conmigo, en todo momento, y yo, en los de ella.

Desde la muerte de nuestra madre, hasta nuestro último encuentro en el cementerio.

Eran recuerdos tan claros y vagos que por un momento, creí que caía, pero siempre estaba ella esperando a que llegue, y no podía dejarla sola, era mi hermanita, me preciosa niña de ojos bicolor.

Habíamos nacido siendo gemelos, teníamos muchas cosas en común, nuestra madre pelinegra de ojos azules, siendo mitad extranjera, mitad japonesa, al igual que nuestro padre, pelirrojo de ojos oscuros.

Teníamos tres nacionalidades, y yo sólo podía pensar que de las tres los dos salimos siendo japoneses.

—Mamá, ya llegué, mirá, Amaya yo hicimos esto para ti —en ese entonces, mamá estaba enferma, y nosotros empezamos ir a la escuela.

—Son hermosos cariño, pero, no hace falta tapar tu ojito, te ves igual de hermoso que siempre.

—Es que unos niños nos molestan, asique por eso Amaya y yo nos pusimos así, es más fácil.

Sonreí por ello, era un recuerdo que me daba mucha ternura.

Pero, su muerte fue inminente, o eso quería creerlo, luego me enteré que fue asesinada por la amante de papá, nunca se lo dije a Amaya, sería un golpe demasiado fuerte para ella.

Amaya, había cambiado mucho su manera de ser, se volvió rebelde, peleaba con muchas personas, insultaba a la mujer de nuestro padre, la comparaba con mamá muchas veces, y ella no se quedaba atrás, hasta que en un momento, las cosas salieron de control.

Amaya estuvo internada en el hospital por varios meses, su cabeza había sufrido demasiadas consecuencias tras la caída que esa mujer le hizo.

Pero no lo dejó así, una vez que salió, su ira incrementó al punto de desconocernos, todo quedó registrado en mi memoria.

Amaya no estaba maldita, nunca lo estuvo, pero su ira, la tomé como mía, no quería que ella pasara por algo así, nunca recordaba lo que sucedía.

—Hermano, ¿Por qué estas cosas pasan? Ya no quiero que sucedan, duele —la abrace contra mi pecho, me dolía sentir que sufría demasiado.

—Estas cosas pasan por algo, ya verás que pronto dejarán de suceder.

Pero, esa mujer que tomó nuestro cargo, empezó a verse con un hombre, lo odiaba, porque no estaba siendo nuestro padre como nos lo dijo, y esa mujer ya tenía planeado todo.

—Escúchame bien mocoso idiota, tu hermana me facilitó las cosas, asique si no quieres verla en un hospital o la cárcel encerrada de por vida, más te vale que te calles.

Tenía menos de doce años cuando eso sucedió, y luego, se fue, el hombre empezó a ser un dolor de cabeza constante, no dejaba a mi hermana sola por ningún motivo. 

Pero, las cosas no salían como quería.

Ante la falta de dinero, nuestras ropas eran cada vez más pequeñas, a mi no me importaban, pero mi hermana era a la que quería proteger.

Y por ello, empecé hacer cosas criminales de bajo rango.

—Estarás conmigo, siempre, ¿Verdad?

—Por supuesto, no te dejaré sola.

Una promesa que rompí desde el momento que salí de esa casa.

Había peleado demasiado con unos chicos, al punto de que me encontraron y me mandaron a prisión, no supe nada de Amaya en esos años.

Pero, tal vez mi destino estaba grabado al momento en que nací, ahí encontré a cierta persona, sabía que no sería mi solución a mis problemas, pero estaba desesperado.

Estoico - Manjiro Sano (Mikey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora