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-Me permite acompañarle?-

La voz ronca y gruesa relajó su tenso mente y cuerpo que buscaba un alivio momentáneo de sus emociones negativas.

-Sí- respondió sencillamente, percibiendo el movimiento a su lado, el ligero temblor de la banca y el aroma varonil del guerrero a su costado

Juugo no sabía exactamente como iniciar una conversación sin que la mujer se pusiera a la defensiva al mínimo contacto.

-Me permite hacerle una pregunta personal?-

La mirada de la mujer tras la máscara se perdió a la distancia, con un sentimiento que no logró interpretar. Pasó alrededor de un minuto en obtener una respuesta afirmativa con un gesto de cabeza.

-Qué puedo hacer para que me cuente el verdadero motivo de su forma de ser?-

Los ojos castaños se cubrieron con sus párpados, cerrándolos con fuerza y respirando un poco más fuerte, llamando la atención del pelinaranja que no entendía las acciones de la mujer detrás de la máscara.

No estoy segura. He perdido la confianza en todo lo que me rodea. Vivo día a día con temores "innecesarios" que me imposibilitan dormir por las noches. No me siento capaz de entregar mi confianza a nadie. No de nuevo. Me enferma el no poder confiar en nadie. El tener que vivir sola detrás de una máscara solamente porque el mundo no está conforme con mi decisión de aprender a pelear ni mi manera de ver las cosas. Es el mismo mundo quien me hizo así, y no puedo soportar las heridas del pasado. Aunque sepa que eres mi destinado, alguien que curará mis heridas... pero no sé si quiero curarmelas...

Se levantó de su lugar, siendo imitado por el pelinaranja. Al comprobar que se encontraban a solas, lentamente se quitó el casco, dejando relucir su rostro ante la mirada del varón.

-Si logras saber algo sobre esta cicatriz, te contaré todo lo que quieras saber, después de la guerra- señaló la cicatriz que atravesaba su ojo izquierdo

Juugo se acercó, contemplando como la mujer cerraba los ojos, permitiéndole ver a poca distancia. Se atrevió a tocarle el rostro y delinear sus facciones que le aclaraban un pasado duro y muchas pruebas físicas y emocionales. Sus labios secos, la tonalidad oscura alrededor de sus ojos, las manchas del sol en su piel, todas estas cosas ocultaban la verdadera belleza que debía tener originalmente el rostro de la mujer. Por no hablar de la cicatriz que resaltaba pero que no le quitaba la hermosura, en cambio, le agradó ya que una cicatriz siempre significaba el logro de un guerrero y el hecho de que una mujer como ella hubiera recibido uno, le daba aún más valor.

Se acercó lo suficiente para que su respiración conectara con la piel blanca, que seguía sin moverse, dando una confianza extraña. Duró un minuto a la cercanía, mirando detenidamente la cicatriz, comprobando el tamaño, filo y tiempo de la marca permanente. Finalmente, pudo descifrar el causante, más no llegó a comprender el motivo detrás del causante.

-Una copa- respondió

Parece que su teoría fue afirmativa, ya que la castaña abrió los ojos, un tanto sorprendida por la respuesta. Miró a través de su expresión el estado de su alma: triste, nostálgica, opresión y muchos sentimientos que revelaron demasiadas cosas que no pudo evitar sentirse mal por el pasado desconocido del ser que tenía delante. Quería borrar esas heridas, ser la cura de sus enfermedades, aliviar sus dolores...

Un golpe fue lo que le hizo caer a tierra, devolviéndole a la realidad. Miró hacía arriba, solo para ver una sentimiento cálido en los ojos marrones en una expresión de neutral que detonaba molestia. Luego de eso, se fijó como la mujer volvía a ponerse el casco y alejarse de su posición con pasos largos e inestables, una combinación peligrosa entre insegura y enojada. No pudo evitar tocarse los labios donde aún permanecía una calidez que azotó su pecho con la furia de una tormenta. Quizás no había sido buena idea besarla...

El amor de un doncelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora