2. Todo es una mierda

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Después de enterarme sobre que tengo sida y que voy a morir, fui directamente a casa e intenté hablar con mi padre, pero se negó a salir de su oficina y luego de decirle que lo que tenía que decir era urgente y haber sido ignorado de igual manera,...

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Después de enterarme sobre que tengo sida y que voy a morir, fui directamente a casa e intenté hablar con mi padre, pero se negó a salir de su oficina y luego de decirle que lo que tenía que decir era urgente y haber sido ignorado de igual manera, regresé a mi habitación e intenté organizar un poco del desastre que realicé en el día.

Desafortunadamente, todo mi esfuerzo limpiando se fue a la basura cuando mi padre entró preguntando si era un maricón con un tono de voz tan elevado que seguramente en la otra calle se escuchó. Yo me quedé paralizado y no supe que decir, sin embargo, él no quería que yo respondiera algo o me explicara, simplemente deseaba descargar su odio sobre mí.

Sé que nunca he sido el hijo favorito de mi padre pues nunca pude ser tan perfecto como mis hermanos y él solo necesitaba una excusa para liberar todo lo que había guardado durante años sobre lo poco orgulloso que se encontraba de mí, pero sin duda alguna lo que más me dolió fue escuchar que me merecía morir y que no iba a pagar ningún tratamiento porque sería un alivio para él no tener que lidiar nunca más conmigo.

Cuando se aburrió de gritarme, mi padre solo me observo con asco, me quitó el celular junto a la computadora y luego simplemente se marchó dejándome encerrado. Pensé que a la mañana siguiente se calmaría o simplemente no tendría que verlo pues nunca está en casa, pero esa mañana ni siquiera pude salir de la habitación.

Al inicio estaba muy estresado porque iba a faltar a la escuela y eso bajaría mi rendimiento, luego comencé a preocuparme porque no sabía cuándo mi padre pensaba dejarme salir y la comida que tenía en mi habitación no iba a durar demasiado, después el enojo se convirtió en la emoción dominante sobre mí ya que me parecía muy hipócrita que a mi padre le molestara que me gusten los chicos cuando nunca se interesó en mi vida, finalmente me rendí con intentar salir por lo que empecé a hacer ejercicio y para terminar hacer todos mis deberes.

Tomándome por sorpresa, al tercer día de mi encierro, mi padre abrió la puerta y a su lado se encontraba Diana, quien rápidamente comenzó a revisar mi temperatura que se encontraba extremadamente elevada para después gritarle a mi padre por lo que hizo y gritándole lo estúpido que era.

Mi padre actuaba como si las palabras de Diana le entraran por un oído y le salieran por el otro, es decir, no retenía nada de lo que escuchaba y si lo hacía no le importaba. Al notarlo, Diana dejó de gritar y comenzó a actuar más como una doctora que como una madre, amenazó a mi padre con denunciarlo a la policía si no empezaba con mi tratamiento lo más pronto posible, pero él hizo caso omiso y en ese instante salió de la casa.

Diana se quedó toda la tarde conmigo y no paró de disculparse por no haberse dado cuenta a tiempo de mi enfermedad, pero no podía culparla ya que la mayoría de los síntomas siempre han sido parte de mi vida. Desde pequeño vivo con altas temperaturas debido a mis bajas defensas, los sudores y escalofríos son normales en mis noches porque siempre tengo pesadillas, siempre he luchado con la pérdida de peso repentina porque suelo dejar de comer por estar ocupado en otras cosas y aparecen muchas manchas en mi cuerpo de manera espontánea porque me lastimo con facilidad. No podía culpar a Diana por no haberlo notado, pues yo pensaba que todo eso era normal.

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