Cap. 30: Decidió darme el tiro final.

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Capítulo 30: Quien heredó los ojos violetas, parte XXX.

Decidió darme el tiro final.

Luego de que Cristián, quien tenía el poder de controlar el fuego, cremara a la señora Sockovar en una habitación especial de uno de los pisos subterráneos, el sótano dos, el señor Alan colocó las cenizas en una urna, y subió a la sala de estar en el primer piso para entregárselas a Hannia, quien había permanecido ahí junto con el señor Paris desde que habíamos llegado.

—Gracias —dijo Hannia cuando recibió las cenizas.

—Entiendo lo duro que debe ser para ti la muerte de la señora Sockovar —comentó el señor Paris.

—No, no creo que lo entiendas.

—Lo hago, yo perdí de forma similar a mi padre.

Hannia se giró para verlo, arrugando las cejas, aunque al cruzar miradas con él, no tardó en pegar la mirada al suelo—. ¿Quiénes eran ellos? ¿Por qué la mataron?

—Vayamos a la sala de juntas —indicó el señor Alan—, ahí están Ignacio y los demás, ahí aclararemos todas tus dudas.

Los tres entraron a uno de los dos elevadores, subieron hasta el quinto piso y entraron a la gran habitación llena de ventanas, en donde había una enorme mesa en la que todos los demás ya nos habíamos acomodado cada uno en una silla.

—Bien, ya que estamos todos aquí —comenzó mi abuelo mientras el señor Alan, el señor Paris y Hannia tomaban asiento—, Dalila, cielo, ¿podrías contarnos qué pasó?

Asentí—. Pero primero, nosotros sabíamos que los gemelos estaban siguiendo el rastro de un hombre aparentemente inmortal, ¿podrían contarnos qué encontraron?

—Vivía en la ciudad Thanato —respondió Cristopher, recargando sus codos sobre la mesa—, recopilamos un montón de rumores y testimonios de personas de todas las edades que había en la ciudad, y al parecer no hay duda de que un hombre que jamás envejecía vivió en el límite de la ciudad.

—¿Entonces ya no vive ahí? —preguntó el señor Paris.

Los gemelos negaron con la cabeza.

—Fuimos hasta la dichosa casa del hombre inmortal —contó Cristian—, pero parecía que no había sido habitada por un tiempo.

—¿Y están seguros de que es un hombre? —cuestionó Andrés.

— Seguros —contestaron los gemelos.

—Es solo que nosotros tenemos información de otra persona aparentemente inmortal —añadió Alexander, y puso sobre la mesa las hojas que habíamos obtenido de la señora Sockovar.

—El nombre actual de la mujer inmortal es Alma Rookamieh, y asiste a la escuela en la que me encuentro yo —explicó Andrés mientras pasaba las hojas a los demás—, nos llamó la atención porque una compañera asegura que Rookamieh era una conocida de su madre.

Alexander asintió—. Luego de investigarla un poco, encontré un artículo que mencionaba que la señora Sockovar había agredido a esta chica, con el argumento defensivo de que ella había succionado el alma de su hermano para preservarse joven.

—Fue por eso que decidimos hacerle una visita —continué—, y en las hojas que Andrés acaba de pasarles, están todas las pruebas de que efectivamente pasa algo raro con todos los chicos que salieron con Alma.

—Todos desaparecieron —dijo mi abuelo.

—¿Ustedes realmente creen en ella? —nos preguntó Hannia con seriedad.

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