Capítulo 33: Quien mejor guarda secretos, parte II.
Cumplió aquella promesa.
—Oye, Ema.
—¿Qué?
—Si fueras una chica, ¿qué te gustaría que te regalaran de navidad?
—... ¿Lo mismo que quiero siendo un chico? Comida.
Estábamos a unos días de que llegaran nuestras amadas vacaciones de invierno, todos estábamos estresados porque nos encontrábamos en medio del infierno llamado «Exámenes de fin de semestre», pero había algunos malditos privilegiados, como Ale, que tenían una memoria envidiable y les bastaba con leer algo solo una vez para recordarlo, así que él podía despreocuparse de estudiar para los exámenes y llenar su cabezota de otras cosas, como por ejemplo, qué regalo darle a la chica que yo todavía no me explicaba cómo demonios aún no era su novia.
—Has salido con cientos de chicas —le recordé cuando volvió a preguntarme por el regalo a la hora del almuerzo—, ¿no deberías saber más tú que yo sobre qué les gusta a las chicas? Te recuerdo que yo ni siquiera me he interesado alguna vez por una.
Él arqueó una ceja y me miró con incredulidad—. ¿En serio? ¿Entonces qué hay de la chica de la clase de al lado de la que siempre te la pasas hablando?
Solté un bufido—. ¿Tienes cera en tus oídos? ¿Acaso hablo cursilería y media de ella? Esa chica me molesta mucho, me quejo de ella porque no la soporto y no soy bueno guardándome cosas, además, no siempre estoy hablando de ella.
—Hoy las has mencionado al menos unas cinco veces —comentó cruzándose de brazos.
Desvié la mirada sin ser capaz de negarlo—... Bueno, está bien, lo admito. Pero no estoy interesado en ella románticamente.
—Como digas —dijo haciendo una sonrisa que me dio a entender que no me creía—. Siempre te refieres a ella como «esa chica molesta», pero, ¿cuál es su nombre?
—Uhm... creo que es Melisa Eisenhide. Oye... ¿puedo preguntarte algo?
Esa fue la primera y única vez que le pregunté a Ale si recordaba a Melisa de antes, porque después de eso me molestó muchísimo, él creía que yo la amaba tanto que incluso me inventé recuerdos en los que ella estuvo con nosotros cuando éramos niños, pero era extraño, a veces en serio tenía la sensación de que hubo una época en la primaria en la que no solo éramos Ale y yo, sino también Melisa, pero era imposible que esa chica superficial e hipócrita, rodeada de personas con sonrisas igual de falsas que la de ella, fuese amiga de dos niños marginados alguna vez.
Una semana después de que empezaran las vacaciones, recibí una llamada de un Ale a punto de colapsar de los nervios, yo había estado despertándome hasta la 1:00 de la tarde todos los días, así que cuando contesté el celular a las 11:30 de la mañana, aún medio dormido, no estaba preparado para los gritos que me esperaban al otro lado del teléfono.
—¡¡Ema!! ¡¡Por favor ilumíname con tu sabiduría!!
—... ¿Qué quieres, idiota? —gruñí.
—Oh, ¿te desperté? Lo siento, pero de verdad necesito un consejo.
Aquel día, Ale había ido al hospital como de costumbre para visitar a la chica que le gustaba, me contó que vio al hermano mayor de ella brevemente pero no intercambiaron ninguna palabra, y que fue súper raro porque se lo cruzó en un pasillo y Ale no supo si saludarlo o no, porque ese chico no lo conocía, así que decidió pasar en silencio junto a él, pero no pudo evitar mirarlo fijamente siendo que era un maldito clon de su hermana menor. Cuando Ale ingresó a la habitación de su «amiga», le preguntó sobre el regalo que a ella le gustaría que le regalara, ya que al final él no pudo pensar en algo por sí y mismo.
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Ojos Color Violeta.
General FictionEn un mundo en el que existen algunas personas con habilidades sobrehumanas, Dalila Eisenhide nació con el poder de distinguir a las personas comunes de quienes tienen esas habilidades, y por razones desconocidas, es apresada dentro de su propia cas...