Felicia una joven mujer de 39 años, madre de mellizos, viuda y profesora de literatura inglesa.
Para ella después que Fausto miro a causa de la pandemia, vivir se había convertido en la rutina de respirar, jamás imaginó que su vida seria transformad...
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El ambiente en la mesa ya no era relajado, todo lo contrario, la incomodidad en los presentes era muy evidente, Namjoon los miraba uno a uno buscando respuestas, Felicia por su parte retiro su mano de la mesa y lo miro directo a los ojos.
—Sensei Kim hace más de año y medio soy viuda, como vez llevo ambas argollas como símbolo de que mi esposo está aquí conmigo y con nuestros hijos, contestando tu pregunta tengo 39 años no lo perezco lo sé, es que soy una hechicera y uso pociones para ser como ellas, pero no se lo digas será nuestro secreto.
—Seré una tumba, puedes confiarme todo lo que desees—sin dejar de mirarla le guiño el ojo y volvió a sonreír de manera descarada.
—Felicia veo que te tomaste muy enserio tu papel de interprete, estaban tan entretenidos en su conversación que ya estábamos listos para irnos.
—Perdón Lu que falta de educación la mía es que hablar con el resulta tan sencillo que olvide que no hablas inglés.
—Solo bromeo Fel, hacia mucho que no te veía hablar así de tranquila.
Cuando Felicia iba a contestar el reloj dio las campanadas marcando el fin del almuerzo, era tiempo de volver a clases.
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El día llego a su fin, Felicia junto a sus hijos llegaron a su hogar, por primera vez desde que eran tres estar en casa no se sentía tan pesado, los mellizos corrieron a darse un baño y ella lanzo sus molestos zapatos, los odiaba con el alma.
Rápidamente eligió un vestido para poder sacarse el disfraz que llevaba, luego por fin libero su roja melena dejando caer sus risos en forma de cascada por su rostro hasta llegar a los hombros, entro en su cuarto de baño y se dio una rápida ducha, aun debía preparar la cena, ya toda lista se dirigió a su amplia cocina, escogió algunas verduras y unas pechugas de pollos, cenarían algo ligero.
Miro a su alrededor y poso la mirada en el reproductor de música que tantas veces escuchaba y desde hacía tanto tiempo se mantenía en silencio, cuando le dio al botón de play y la voz de Shawn Méndez se oyó por toda la casa la pelirroja comenzó a bailar y a cantar como lo solía hacer antes de la muerte de Fausto.