10 | Un beso ,un balcón y una simple ducha +18

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Aunque Hoseok no estaba de acuerdo, Brisa comenzó a cortar el pastel.

—Oppa cálmate, que yo no coma no significa que todos los demás no puedan disfrutar de un postre tan delicioso, así que cálmate nos quedan muchos meses por delante.

—Pero hada no quiero que vomites otra vez.

—Por favor estoy embarazada no enferma, así que siga la fiesta, Fel ¿Me puedes ayudar por favor?.

La rubia comenzó a preparar las porciones y Felicia las repartía a los presentes, ya estaban todos solo faltaba Namjoon así que la pelirroja tomo un trozo de pastel y fue en busca del joven profesor, quien estaba sentado en una de las hamacas en el sector de los juegos.

—Sensei Kim, aquí está tu parte de la choco torta.

El levanto la vista y sus ojos conectaron con los de Felicia.

—Vamos prueba, además tu ayudaste a prepararla .

El solo le guiño el ojo de la manera más picara y juguetona, estabilizar a la mujer se volvió su tarea favorita del día.

El cuerpo de Felicia era su peor enemigo, en estos momentos parecía que se ponía en sociedad con el surcoreano para dejarla en evidencia. Tenerlo casi a la misma altura no le simplificaba las cosas el perfume del profesor comenzaba a abrazarla perdiéndola en sus instintos más primarios se acercó a su oído las palabras solo salieron.

—Kim Namjoon tu también me gustas más de lo que quiero admitir pero no puedo estar contigo, perdóname.

Y antes que la razón la domine deposito un cálido beso en la mejilla del joven rozando su hoyuelo, el no reacciono solo se llevó el postre a su boca el cual resulto una explosión dentro de su paladar,

la pelirroja lo veía saborearse, para ella era un orgasmo visual como si estuvieran en una especie de trance sensual y por un minuto deseo ser ese manjar para ser devorado por esos labios tan prohibidos. Sin levantar la vista por fin Namjoon hablo.

—Que dulzura acabo de probar, fue una delicia, pero no supera tu calor sobre mi piel.

Esa frase fue demasiado letal para ella, a lo lejos se oyó la voz de Lucrecia, Felicia encontró la oportunidad para irse sin parecer que escapaba.

—Debo irme, Lucrecia me llama.

—Si quieres seguir hablando aquí estaré, soy el de la hamaca.

Y mirándola directo a sus avergonzados ojos apareció su letal sonrisa esa que sin dudas era su mejor recurso.


—Creí que debía rescatarte de ti misma—dijo Lucrecia—Sé que te dije que no seas cobarde, pero este no es el mejor lugar para que hablen.

Enséñame a AmarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora