Preguntas

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Tanto Bianca como Xavier se miraron, no podían creer lo lenta y densa que era Merlina respecto a sus sentimientos. Quizás recién se daba cuenta de ellos, o que siquiera los tenía, pero no solo ellos pensaron que ambas chicas eran demasiado lentas.

Yoko le había dicho que Enid estaba prendada de Merlina, no le había creído hasta hace unos meses, cuando Merlina le aceptó el chocolate y le comentó cuán dulce era. Ese día, todos los que se encontraban cerca de ambas se percataron, menos ellas dos.

— Nunca había conocido una persona tan densa como ella —susurró solo para que Xavier la escuchara.

—Lo sé, pero si la dejamos sola, quizás cuánto tiempo más tendrá que pasar para que se dé cuenta.

— No aguanto más, parecen estúpidas, sobre todo Merlina —le susurro una vez más, pero esta vez tenía una idea— Merlina, voy a hacerte unas preguntas y quiero que me respondas con lo primero que se te venga a la cabeza.

— Está bien —respondió con ojos entornados, no sabía muy bien a lo que Bianca quería llegar.

— Bien. ¿Qué es lo que se te viene a la mente si yo te digo, color rosa?

— Baile —su mente viajó de manera automática hacia la imagen de Enid.

—¿Música?

— Concierto —se recordó a sí misma tocando su celo mientras Enid le miraba con una sonrisa animada. Le había confesado que le gustaba verla tocar y según Enid, sus pequeños conciertos eran muy buenos.

— ¿Sonrisa?

— Dulce —no prestó mucha atención a los rostros de sus amigos, estaba concentrada recordando la sonrisa luminosa de Enid.

— ¿Chocolate?

— Amargo —ese fue el tipo de chocolate que Enid le había regalado, la chica lobo sabía muy bien que Merlina no era fan de lo dulce y busco por todo Jericó un poco de chocolate amargo, le gusto mucho pese a que no sabía por qué lo encontró dulce.

— ¿Enid?

— Luna —la recordaba transformándose en luna llena, le gustaba verla transformada, pasaba de ser un cachorro a una bestia feroz, pero solo en apariencia, en el fondo sabía que Enid no le haría daño.

— Merlina, ¿en quién piensas?

— En Enid —su rostro se tornó rojo en el momento que mencionó el nombre de la rubia. Volvió a la realidad, a sus cinco sentidos, y solo se sintió avergonzada. Colocó una mano en el bolsillo de su falda y tocó la navaja que solía portar. Ambos sabían bien qué era lo que tenía allí, pero no retrocedieron. Xavier trajo un par de sillas que ocupaba para sus pinturas, y luego una tercera.

— Siéntate —Xavier la invitó al verla nerviosa y con una mirada oscura. El joven esperó que su voz no hubiese temblado con un poco de miedo al ver que no sacaba la mano de su bolsillo.

Pero Merlina sabía que no la dejarían ir tan fácil, estaba atrapada.

Dulce & AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora