3: Ella es mi novia

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- ¿Estás lista, amore mio? -pregunto Merlina tomando un bolso de mano pequeño. No irían a un lugar lejano, ni por muchos días, solo pasarían el día relajadas en el claro en el que habían tenido su primera cita.

- Sí, cariño, espera un segundo. -respondió Enid mientras terminaba de arreglar su abrigo.

Estaban separadas del mundo a su alrededor, deseando escapar de su pequeña habitación para poder pasar el día comiendo juntas, besándose tiernamente, conversando animadamente y abrazándose uno al otro bajo el cálido y brillante sol de la tarde, mientras la luz se filtraba por los árboles del bosque.

- ¿Cariño? -una voz masculina fuertemente reconocida por Merlina, atrajo su atención, su tono grave parecia sorprendido ante las palabras de la joven lobo.

Ambas se giraron rápidamente hacia el lugar de donde provenía la voz, y desde el escritorio de Merlina, pudieron observar como los rostros de los padres de la joven Addams, aparecían en la bola de cristal.

El único que pudo articular algo fue Homero, Morticia estaba muda de la impresión, pero eso no impedía que pudiese sonreír levemente con su habitual gracia.

- Oh, Dios -Enid había susurrado con una pequeña expresión de pánico. Habían hablado en más de una ocasión en los últimos meses de que debían en algún momento hablar con sus padres sobre su noviazgo. Ya al tener más seis meses juntas, sentían que iban más en serio que desde el inicio, y eso solo aumentaba con los días y las semanas.

- Padre, Madre -el tono neutro de Merlina no estuvo ajeno a un leve sentido de impresión, pero tampoco sentía angustia por la reacción que podrían tener sus padres con su relación con Enid. Se giró hacia su novia que parecia paralizada ante la escena.

Las habían tomado desprevenidas.

- Pequeño escorpión, ¿puedes explicarnos lo que sucede? -el tono utilizado por Homero, fue demasiado serio que de costumbre, que incluso hizo que la misma Merlina, se pusiera más seria y en alerta. Si tenía que romper la bola de cristal y hacerse con armas, ya estaba más que lista.

De hecho ya había considerado romper la bola de cristal incluso antes de que Enid y ella se hicieran novias. No soportaba verlos besarse y tocarse incluso cuando estaban en una llamada con ella. Le parecia desagradable.

- ¿Puedes acercarte? -le pidio a Enid en voz baja y con toda la suavidad que pudo, pese a su típico tono duro y áspero.

- ¿Estás segura?

Merlina solo asintió con la cabeza, era el peor y mejor momento posible. El peor porque las habían interrumpido. Y el mejor, porque ya podría quitarse un peso de encima.

Sus padres no se iban a negar a aceptar a Enid. Lo sabía muy bien. Y si no, bueno, no le importaba.

En cuanto llego a su lado le tomo la mano a para darle más valor a la joven lobo, que comenzaba a temblar un poco. Había pensado en que y como decirle a sus padres y suegros que estaban juntas, pero ser pilladas desprevenidas la altero un poco

- Supongo que recuerdan a Enid, ¿no es así? -la voz de Merlina era segura, Enid solo la miro de reojo con una pequeña sonrisa orgullosa. Sabía que su novia no se acobardaba de nada, incluso cuando debería retroceder frente a un peligro.

- Claro que sí, es un gusto volver a verte, querida.

- El gusto es mío, señores Addams. -intento lo que más pudo no tartamudear o que su voz sonara temblorosa.

- Bueno, iré al grano, no me gusta andar con rodeos. Padre, Madre, ella es mi novia.

- ¿Cómo dices? -Ninguno de los dos estaba enfadado, de hecho estaban asombrados. Habían escuchado tantas veces que ella no quería ser esposa de nadie, ni novia ni nada, que creyeron que en algún momento su primogénita terminaría por convertirse en una psicópata criminal y solitaria. Si al menos alguien la acompañase en sus aventuras temerarias estarían más tranquilos.

Dulce & AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora