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Eleanor

Al día siguiente me levanté demasiado temprano, atormentada por los nervios y las dudas.

¿De verdad sería bueno arreglar las cosas? ¿Podría nuestra amistad funcionar otros años más, incluso viéndonos de forma diferente?

Eran las 6 a.m. y yo ya estaba inundada de preguntas, mirando el techo de mi habitación, esperando que fuera la hora de levantarme e ir a cocinar.

Ojalá Evan no se haya vuelto exigente con la comida. Aunque cocino decentemente, no esperaba preparar un plato súper costoso y exquisito.

Recordé nuestros desayunos de adolescencia, cuando casi siempre terminábamos haciendo pancakes con fresas y mucho chocolate, aunque después nos enfermábamos del estómago. Ahora que somos adultos, un poco de chocolate no debería hacer daño, espero.

Decidida, me levanté de la cama, me dirigí al baño para darme una ducha, vestirme y empezar con el desayuno. Opté por unos jeans sueltos, un suéter verde militar y medias de colores. Preferí no ponerme zapatos, me gusta andar en medias por mi casa.

Preparé la masa para los panqueques, lavé y corté las fresas, y saqué el chocolate.

¿Debería hacer los panqueques redondos o en figuras?

Qué infantil soy.

Opté por los normales para evitar pasar vergüenzas.

Mientras revolvía la masa y la vertía en el sartén, los recuerdos de Evan y yo devorando la nevera de mi madre a las 2 a.m. empezaron a inundar mi mente. Una vez, él trató de no hacer ruido con su risa y se tapó la boca mientras bajábamos las escaleras. Yo iba detrás de él, y por la fuerza que hizo para no reírse, se le escapó un gas ruidoso. Inmediatamente solté una carcajada y corrí escaleras arriba, con Evan persiguiéndome para que no nos regañaran.

Recuerdo que tenía el rostro rojo de vergüenza, su cabello algo largo y despeinado. Yo no podía parar de reír, sentada al borde de mi cama.

Él solo dijo "Perdón" evitando mirarme. Le respondí "Relájate, Peters. Es algo muy normal, sabes que tú y yo somos como hermanos."

Mentira. Nunca lo vi como un hermano.

Desde entonces, nunca más volvimos a bajar por comida a las 2 a.m.

Unos golpes en la puerta me sacaron de mis recuerdos. Me limpié las manos con el delantal y miré la hora.

Eran las 8 a.m.

Diablos, Evan ya había llegado y yo aún no había terminado.

Maldición.

Abrí la puerta y ahí estaba él, con su encantadora sonrisa y el hoyuelo en su mejilla.

—Hola, Leah. —se veía emocionado, así que le di paso a mi casa y él me abrazó.

Dios, ¿por qué siempre olía tan bien?

—Hola, Evan. Llegaste algo temprano.

Cerré la puerta.

—¿Tú crees? Perdón si fue así, es solo que... quería pasar el mayor tiempo contigo posible, Leah. —Caminaba pero se detuvo en el pasillo para mirarme de manera graciosa.

—¿Qué tengo? ¿Por qué me miras así? —fruncí el ceño.

—Es que te pareces a tu madre con ese delantal. —y se soltó a reír.

¿De verdad?

Indignada lo aparté del pasillo para poder mirarme en el espejo y claro, tenía harina en el rostro, en el cabello, en mi suéter, en todas partes.

𝐌𝐄𝐌𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒 𝐎𝐅 𝐔𝐒 | Evan PetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora