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Eleanor

Cinco minutos.

Para muchos es poco, pero para mí en este momento fueron los minutos más largos de toda mi vida. ¿El dueño de este lugar y del vino podría ser Carlo?

Y si fuera así, ¿qué haría?

Cinco minutos fue el tiempo en que se demoró Dante en volver a la habitación con una bandeja en sus manos, trayendo copas de vino.

Lo vi, pero no le presté atención.

Yo solo estaba dedicada a analizar la situación y ver todas las posibilidades.

—Oye... ¿Leah? — Antonella me sacó del mundo en el que estaba y la observé.

—¿Sí?

Frunció el ceño. —¿Estás bien?

—Por supuesto, estoy bien... es solo que estoy algo impactada. — le regalé una amable sonrisa. — puede que tal vez conozca al gran amor de mi madre y ella ni siquiera esté enterada.

Nella me sonrió dulcemente.

—Lo sé, suena bastante raro, y más si uno de los vinos más conocidos en Italia tiene el nombre de tu madre. — ambas reímos por lo loco que sonaba eso.

—Es que lo dices y no me lo creo.

—¿Le dirás que eres la hija de la mujer que él amó? —preguntó, curiosa.

—Mmm, no lo sé. No quiero armar un escándalo. — la verdad es que tenía algo de miedo.

Dante carraspeó, y por un momento se me había olvidado que él se encontraba ahí.

—¿Les gustaría probar nuestro mejor vino, signorinas? —preguntó amablemente, y se acercó a nosotras ofreciéndonos la bandeja.

—¡Claro que sí! — Nella le respondió emocionada, a la vez que tomaba dos copas, y luego me ofreció una, pero la rechacé.

—Quiero tener la mente clara cuando llegue el dueño. —porque sí, yo era una persona que se emborrachaba muy rápido, especialmente con el vino.

Ella rodó los ojos y bufó.

—¡Ay, por favor, Leah! Solo es para que lo pruebes y disfrutes. — suspiró — Que las cosas del camino no te distraigan del objetivo de este viaje, signorina. — me ofreció la copa de nuevo, y dudé unos segundos, pero luego acepté.

Empecé a oler el vino como si fuera toda una experta en el tema, cosa que no soy. Yo solo lo bebo, y digo si está rico o no, y eso es todo.

Acerqué la copa a mis labios y tomé un sorbo.

Mi boca se deleitó con el sabor tan increíble que tenía. Tenía un toque dulce que no era muy fuerte, y un ligero sabor a madera. O eso creía que sabía.

Yo solo estaba segura de que era lo mejor que había probado en mi vida.

Seguí tomando sorbos hasta que no me resistí más y  me lo tomé todo de un solo trago. Todos los ojos estaban puestos en mí, y se notaban bastante sorprendidos por mi acción. A causa de eso, se me formó una sonrisa inocente.

È squisito, Dante. ¿Di che anno è questa meraviglia? - le pregunté de qué año era el vino, y él me iba a responder hasta que fue interrumpido por alguien más.

Quel vino, signorina, è di un'annata 1989. — llevé mi vista hasta el susodicho, y mi piel se erizó. — È stato uno dei primi vini che ho fatto, grazie a lui ho tutto quello che ho.

𝐌𝐄𝐌𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒 𝐎𝐅 𝐔𝐒 | Evan PetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora