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Eleanor

Cuando el hombre que más amaba salió de la casa de mi madre y volvió a desaparecer, me vino abajo. Tenía un revoltijo de emociones en ese momento, las cuales no sabía cómo manejar, y por eso, el aire me empezó a faltar. Sentía que mis piernas se doblaban y mi cabeza daba vueltas. Trataba de hacer ejercicios de respiración, pero simplemente no podía, y las palmas de mis manos estaban llenas de sudor frío.

Era un ataque de pánico, o eso supuse que era.

—¿Leah, dónde estás? Vi a Evan irse en su auto,—logré escuchar sus pasos cada vez más cerca. —¡Leah, por el amor de Dios!—Corrió hacia mí para tomarme el rostro y tocarme. —¿Qué sucede?

—N-no puedo respir-rar,—dije como pude.

Mi mamá estaba roja y realmente preocupada. Se sentó conmigo en el piso mientras me acariciaba la cabeza para poder calmarme y guiarme con los ejercicios de respiración.

—Tranquila...—susurraba sobre mi cabello. —Todo estará bien, solo inhala." Hice mi mayor esfuerzo para inhalar y poco a poco lo lograba. —Ahora exhala...

De verdad agradecía que ella estuviera ahí conmigo, apoyándome. La necesitaba y sabía que podía entenderme más que nadie. Solo pude aferrarme a sus brazos mientras todo se regulaba en mí: el sudor, el mareo, el querer desmayarme y la presión en mis pulmones habían desaparecido.

Pero ese dolor punzante en mi corazón no.

Él lo había dicho...

También me amaba, pero se fue.

"Es mejor que sigamos sin coincidir".

Sus palabras me marcaron. Su iniciativa de querer arriesgarse por nosotros era inexistente, y ¿qué debía hacer yo? En ese momento, no lo sabía.

¿Quería huir?

Tal vez sería bueno alejarme de todo aquello que me lo recordase, incluido él. Debía enfocarme en otras cosas, distraer mi mente para hacer a un lado las súplicas de mi corazón.

—Mi cielo... ¿qué fue lo que sucedió con Evan?—preguntó suavemente. Aún seguía abrazándome y quitándome algunos cabellos del rostro.

Tragué duro.

—Dijo que también me amaba...—El rostro de mi madre se alcanzó a iluminar hasta que dije lo demás. —Pero que no podíamos estar juntos, y luego se fue.

Apreté los labios mientras trataba de mirar a otro lado para no concentrarme en el rostro furioso y a la vez decepcionado de mi madre.

—Yo quiero a Evan como si fuera mi hijo, pero esto...—Suspiró fuertemente y luego sacudió la cabeza negativamente. —Estoy tratando de pensar que quizás lo hizo no por miedo, sino porque puede que quiera protegerte de algo.—Arrugué el ceño. —Sabes que él lo haría, y si es así, pues qué gran corazón tiene. Pero, mi Leah, tú no puedes quedarte esperando otros diez años a que resuelva sus cosas.

Cuánta razón tenía.

Siguió hablando.

—Deberías salir y viajar a donde siempre has querido.—Me sonrió dulcemente. —Eres joven y muy guapa como para quedarte aquí sufriendo por algo que aún está en duda. Te matarías lentamente.—Me miró fijamente mientras me tocaba la mejilla. —Ve a vivir, Leah, el mundo te está esperando."

Le sonreí de vuelta.

—Gracias, mamá, por estar aquí y ser mi refugio.—La rodeé con mis brazos y la apreté.

Ella rió por lo bajo y dijo:

—Siempre estaré aquí para ti.

Y sí, ya estaba decidido. Me iba a ir, iría a donde siempre quise vivir y ser escritora. Donde para mí todo cambiaría.

Italia.

𝐌𝐄𝐌𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒 𝐎𝐅 𝐔𝐒 | Evan PetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora