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Eleanor

Hoy saldría a ver unos cuantos pueblos alrededor de Verona.

¿Que si estaba emocionada? Demasiado.

La verdad es que había encontrado, de cierta manera, tranquilidad y tiempo para pensar. Si querías replantear tu vida, esa ciudad era el lugar perfecto para hacerlo.

Ya habían pasado unas cuantas semanas desde que había llegado, en esos días recorrí muchas partes y comí demasiado. La pasta es definitivamente lo mejor que he podido probar, junto con el vino y el queso.

Aún no tenía muchos amigos... aunque en el apartamento de al lado vivía una chica llamada Antonella. Ella casi todas las mañanas iba a desayunar a una cafetería a la que también iba yo, así que cada vez que nos encontrábamos comíamos juntas, charlábamos y disfrutábamos.

Era bastante agradable.

Recuerdo que en el primer desayuno que tuvimos me preguntó qué hacía en Italia, ya que era raro ver a una turista recorrer las calles donde se respiraba la pasión y el amor sin una pareja a su lado, y solo llevando una libreta y café en mano.

Recuerdo haber reído por la sincronización de sus palabras, luego le expliqué sin tanto detalle la razón de mi viaje pero al pasar las semanas, o para ser precisa había pasado un mes, me sentí en algo de confianza con ella, así que le conté todo sin ocultar nada.

Dijo que era muy valiente por haberle amado tantos años sabiendo que mis chances con él fueran "nulas." Por otro lado, se refirió a Evan como un "stronzo" que significaba estúpido y dijo que en este país muchos matarían por tener, aunque sea, una conversación con alguien tan interesante y bella como yo. Que no me preocupase por él y que me fijara en todos los hombres que la gran Verona me brindaba.

Traté de hacerlo. O estaba en el intento.

Por eso hoy visitaríamos algunos viñedos, queríamos probar cada botella de vino que se nos atravesara.

Ya estaba lista, traía puesto un vestido de lino que era de un verde pistacho junto con unas sandalias. Hacía algo de calor y también quería ir cómoda.

En mi bolsa guardé lo que creí que necesitaría: mi cámara, bloqueador, gafas de sol, entre otras cosas hasta que el timbre sonó. Dejé todo en la mesa, me dirigí a la puerta y la abrí.

Una sonrisa se formó en mi rostro.

—¡Nella! — dije emocionada. Mi vecina había llegado y estaba totalmente lista para nuestra pequeña excursión. Ella, en cambio, era más colorida en cuanto a la hora de vestir. También traía un vestido pero era naranja, y muchos accesorios dorados junto con una pañoleta adornando su larga cabellera.

—¡Ciao, mi Leah! ¿Estás lista? —movió los hombros, notablemente entusiasmada y yo solo me reí.

Definitivamente en la vida llegaban personas que te hacían ver el lado bueno y divertido de las cosas, sacándote de lo rutinario y monótono de tus días. Hasta donde la había analizado, era de esas amigas que son las más extrovertidas, protectoras y roba miradas. No era como algunas italianas que te trataban horrible y te miraban como si te fueran a matar.

—¡Estoy más que lista! —moví los brazos como si estuviera bailando.

—Entonces vámonos.

Y así fue, en un pequeño carro Volkswagen Escarabajo color blanco nos dirigíamos hacia la primera hacienda en donde mi vida cambiaría para siempre.


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Cuando finalmente estábamos cerca del destino, divisé unas grandes rejas que bloqueaban el camino. Sin embargo, los espacios entre ellas permitían ver el camino recto bordeado de pinos, una vista realmente hermosa, como la entrada al paraíso.

𝐌𝐄𝐌𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒 𝐎𝐅 𝐔𝐒 | Evan PetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora