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El grupo de rescate me encontró al borde de un precipicio. Famélico, desahuciado, después de semanas deambulando en aquella tierra inhóspita dejada de la mano de Dios, estaba listo para poner fin a todo.

La esperanza renació, aquella que había perdido poco después del naufragio. Atentos, cargaron con mi agotado cuerpo. En el refugio, la gente vitoreó y aplaudió nuestra llegada. Algunos rostros eran familiares, así supe que eran supervivientes como yo.

Tras nuestra llegada encendieron una hoguera y aprestaron los trastos y cuchillos. Pero no fue hasta que me tiraron sobre una mesa y empezaron a desnudarme que comprendí que el grupo de rescate no pretendía mi salvación.

Microcuentos de terror (volumen II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora