Sentimos el cementerio más que verlo, ominoso. Mi compañero sufrió un escalofrío. Lo cual era extraño, ya que aquel era su lugar.
Entramos y caminé hacia la lápida de mi amigo.
Sí, estaba muerto, era un fantasma. Pero esa noche se presentó a mi casa y fue imposible convencerlo de su muerte. Así que ahí estábamos, leyendo el epitafio de su lápida.
«Ahora lee la inscripción de la tumba de al lado», me dijo. La leí, y el miedo y la verdad fueron abriéndose paso. «Sí —me dijo—. Tú también estás muerto. Ambos lo estamos. Un día saliste de la tumba y te fuiste a casa. Ir por ti fue la única manera de hacerte volver a este que es tú hogar».
ESTÁS LEYENDO
Microcuentos de terror (volumen II)
HorrorContinuación de mi anterior libro "Microcuentos de terror". Como tal, en este libro empezaremos a partir del microcuento No. 201. Los textos rondan alrededor de 100 palabras, se leen en cuestión de segundos. Agrega el libro a tu biblioteca y disfrut...