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—¡Solo un cabello! —dijo el inspector, ufano—. Un cabello incrustado en el marco de la ventana nos llevó con el asesino de su padre.

—Me alegra oírlo —dije, tranquilo—. Capturado su verdugo, mi padre podrá descansar en paz. ¿Ya lo prendieron?

—Lo hacemos ahora mismo.

Un policía se acercó, tiró de mis brazos con brusquedad y me colocó las esposas. El inspector sonrió con suficiencia.

—Un único cabello —repitió—, suyo. Lo sabemos todo, usted asesinó a su padre.

¿Pero cómo? ¡Imposible! ¿Cómo lo supieron? Estoy seguro de haber dispuesto todo bien, incluso aquel cabello, pertenecía al amante de mi madre. 

Microcuentos de terror (volumen II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora