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Desde que vi su radiante sonrisa, supe que aquella niña significaba mi final. No lo hizo adrede, estoy seguro, aun así, terminó con mi existencia.

Se trataba de la nueva vecina que, risueña y juguetona, pronto se hizo amiga de Carlitos, un chico tímido e introvertido de quien yo era su único amigo.

De un rato a otro ya no era exclusiva esa amistad, la niña fue tomando mi lugar y al cabo de un tiempo fui relegado a pequeños momentos. Hasta que un día el niño dejó de hablarme.

Los padres celebraron esta ruptura y yo empecé a desvanecerme.

¡Carlitos por fin había dejadoatrás a su amigo imaginario!

Microcuentos de terror (volumen II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora