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Al despertar, lo primero que Sunoo sintió fue a su lobo totalmente destruido en su interior. Por un momento ignoró en donde se encontraba, las personas con uniformes de hospital que lo rodeaban y el dolor sofocante en su cuerpo, solo podía pensar en las incontrolables ganas de llorar que aparecieron al saber perfectamente las razones por las que su lobo estaba tan herido.

Y así lo hizo, lloró sin contenerse dentro de esa habitación que no reconoció en lo absoluto, importándole poco que lo escucharan sollozar con fuerza, importándole poco que alguien lo viera de esa forma, necesitaba sacar todo el dolor acumulado en su interior sin detenerse a pensar en si era vergonzoso, porque incluso contener la tristeza le resultaba muy cansado.

Los eventos ocurridos seguian nítidos en su cabeza, el rostro del alfa muy cerca de él, su olor que llegó a asustarlo hasta el punto de marearlo, la forma tan perversa en la que le habló y en la que lo miró, dándole esa sensación de que iba a morir en ese momento dentro de los baños de un hotel. Su llanto aumentó, generando cortas sacudidas en su cuerpo por la intensidad. No era necesario que se lo dijeran, podía sentir la ausencia de sus cachorros, concluyendo que los perdió debido a la brutalidad con la que fue golpeado. Los doctores se lo dijeron hace unos momentos, y aunque ya lo sabía, no significaba que doliera menos.

Se sintió inútil, no pudo hacer nada al respecto por haberse sentido sometido y asustado. Él no era así, siempre intentó defenderse de cualquier persona que quisiera dañarlo, pero su lobo estaba tan temeroso que no pudo reaccionar a tiempo. ¿Cuándo fue que se convirtió en un omega tan tonto y débil?

Era su culpa por no saber protegerse, ni siquiera por sus cachorros.

Abrieron la puerta de la habitación minutos después de que los enfermeros salieran, pero ese no fue impedimento para que siguiera desahogándose. No se molestó en ver a la persona que había entrado a interrumpirlo, con anticipación supo perfectamente quién era; su primera reacción fue darse la vuelta para evitarlo, encogiéndose en su lugar sin dejar de llorar. La cabeza le dolía y le estaba costando respirar, solo deseaba irse y olvidarse de que todo eso le había sucedido a él.

—Sunoo...

El omega se estremeció al escuchar su voz tan suave y sin ningún tinte molesto, sollozando en voz baja.

—Sunoo... Por favor, mírame.

—Vete —su voz salió temblorosa, quebrada por el llanto.

—No puedo solo irme —se negó, acercándose sigilosamente, porque a ese punto, ya no sabía cómo debía actuar, creía que cualquier movimiento brusco lo asustaría.

—¿Acaso te importa? —resentimiento, estaba lleno de resentimiento hacia su alfa. ¿Cómo se atrevía si quiera aparecer después de todo?

—Claro que me importa, eres mi omega.

Sunoo no pudo contenerse con esas palabras que ya no significaban lo mismo para él, su pecho se llenó de enojo, decepción y tristeza, mezclándose entre sí de una abrumadora manera. Se giró hacia el pelinegro, encontrándose con su mirada por fin. Sus ojos volvieron a cristalizarse bajo el ceño fruncido, odiando completamente la expresión herida del alfa.

—¿¡En dónde estabas entonces cuando te supliqué que me ayudaras!? ¡Sé que me sentiste y aún así no fuiste a buscarme! —estalló, sintiéndose fuera de sí, olvidando que su cuerpo todavía dolía.

Heeseung retrocedió, su corazón rompiéndose al ver el estado de su omega, con su rostro golpeado, sus ojos rojos y su piel pálida, dándole un aspecto descuidado y enfermo.

Su instinto lo empujó a acercarse y abrazarlo, llenarlo de su aroma para tranquilizar a su lobo herido, pero sabía que Sunoo no lo aceptaría. Era comprensible, a través del lazo apenas podía sentir al omega, como si estuviera escondiéndose de él, gruñéndole para que se aleje.

Meant to be. ‹𝟹 HeesunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora