cap 12

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Estaba algo distraído observando los portaretratos de la cómoda cuando de pronto el celular del menor comenzó a vibrar, el mayor no quería ser entrometido pero le llamó mucho la atención el nombre con el que tenía registrado a ese contacto.

—¿Channie?— llegó el castaño.

—Recibiste una llamada.—avisó.—¿Por qué tienes registrada a esa persona como Soorim?—preguntó extrañado.

—Debe de ser mamá, ella conservó su número y olvidé cambiarlo, es todo.—explicó.

—¿Y no vas a contestar?—le extendió el artefacto.

—Le devolveré la llamada después, traje un café caliente, ¿quieres un poco?

—Gracias.—recibió la taza.—Tus fotos de niño son muy tiernas admitió.

—¡No! ¡¿Las viste?!—soltó muy avergonzado.—No debí dejarlas ahí, no suelo recibir muchas visitas.

—Veo que tus amigos te conocen desde hace mucho tiempo.

—Somos muy cercanos, nos conocemos desde la escuela, al principio eran muy cariñosos conmigo y me gustaba, luego llegó Jeongin y se robó toda la atención, incluso la mía.—contó divertido.

—Entonces te gusta que sean cariñosos, ¿puedo serlo?—preguntó asombrado por lo rosadas que se habían puesto las mejillas del contrario.

—No necesitas serlo por que a mi me gusta, sólo sé tu mismo.—explicó.

—Pero...— se detuvo analizando lo que iba a decir.—Quiero serlo.—terminó sorprendido por la naturalidad de sus palabras.

¿En verdad mimar al menor? No, no lo quería, lo ansiaba.

—C-Creo que dejé prendida la estufa.—se excusó desapareciendo de su sala.


[...]


—Entonces me deberás 10 si lloras.—explicó el menor.

Ambos se encontraban recostados en la alfombra mientras apoyaban sus espaldas en el borde del sofá, una película romántica se reproducía en la televisión y no faltó una apuesta para ver quién terminaba llorando con el trágico final.

No pasó ni media película y el menor ya estaba derramando mares en la alfombra, el azabache no iba a admitirlo pero estuvo apunto de perder la apuesta de no haber sido por qué el castaño estaba tan atento a la película que no se percató de su falta.

—¿Cuanto te debo?—preguntó el menor mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo.

—10, no especificaste lo que sería, así que puedo pedirte lo que sea.—aseguró.

—Está bien, pide 10 de lo que sea, pero ni sé te ocurra pedirme 10 billetes de cien.—regañó.

—No tranquilo, no quiero dinero.—aseguró, en realidad lo que el quería estaba fuera de ser algo material, pero aún no estaba seguro si el menor lo aceptaría.

—¿Qué es lo que quieres entonces?

—Te lo pediré cuando sea el momento.

No soy ella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora