cap 3

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—T-Tú eres...

—Soy el hermano de Soorim.—respondió el castaño con una sonrisa.

—Ella... jamás me habló de ti.—admitió aún confundido.

—¿Y te haces llamar su novio? Estoy seguro que jamás se lo preguntaste.—aseguró ofendido, acercándose al pelinegro para compartir su sombrilla, la lluvia comenzaba a aumentar de intensidad y ambos estaban mojándose inevitablemente.

—Si lo hice... es sólo que... ella me dijo que no tenía hermanos.—admitió algo nervioso por la cercanía, sus ojos no paraban de analizar las facciones del chico, y es que era simplemente impresionante el parecido con Soorim.

—Lo suponía, aún no lo supera, es una pena que nos hayamos despedido de esta forma.—pudo ver un poco de decepción en su rostro.—No crees que deberíamos salir de aquí, estoy muy mojado y creo que tú también, además hace mucho frío.—insistió abrazándose a si mismo.

—Emm... si, tienes razón.—reaccionó colocando las flores de gardenia en la lápida, avanzó con velocidad por el embarrado camino siendo seguido por el chico que corría para alcanzarlo.

—¡Espérame! ¡Te estás mojando!— insistió tratando de llegar al pelinegro.

Aquello le preocupó levemente, el suelo estaba muy resbaloso y cualquier movimiento en falso podría terminar en una estruendosa caída.

Y tal y cómo lo predijo, así sucedió.

Se detuvo en la puerta del campo para esperar al castaño, quién llegó mojado y con los zapatos y la ropa embarrados por haber caído.

—¡No me ayudaste! ¿Qué clase de amigo desconocido eres? Dijimos que saldríamos de aquí juntos, ahora estoy muy mojado y embarrado y no pienso entrar al autobús con estos zapatos.—se quejó con indignación.

Se sentía mal por ser así, una de las principales razones por las que no tenía amigos era su manera de tratarlos, era muy desconsiderado y despreocupado con los demás y eso sólo provocaba que se alejarán, la única persona que lo había aceptado tal y como es, era Soorim, así que se esperaba cualquier tipo de rechazo por parte de el castaño, aunque en el fondo no quería perder contacto con el chico, por alguna razón el parecido que este tenía con Soorim lo hacía sentirse bien, como si ella aún estuviera con el, aunque no era así.

Lo primero que observó en el chico era su expresión de molestia.

Su nariz se arrugaba levemente, sus labios se abultaban en un puchero y sus ojos entrecerrados le daban un toque muy adorable.

Soorim hacía lo mismo cuando estaba molesta.

—Tengo auto, puedo llevarte si quieres.—ofreció aún concentrado en las facciones del chico.

—Me harías un favor, pero te advierto que mi departamento queda muy lejos de aquí.—admitió sacudiendo su ropa.

El pelinegro no estaba seguro de lo que estaba por decir, pero en verdad tenía unas inmensas ganas de seguir admirando al castaño, tantas que no supo en que momento había comenzado a hablar.

—Puedo llevarte a mi departamento, te prestaré ropa, si permaneces mojado en todo el camino vas a enfermar.

—¿En serio? Muchas gracias.—sonrió.

Sus mejillas se abultaban dejando dos adorables oyuelos en cada lado, sus ojos se achicaban y contagiaban esa alegría a su alrededor.

Soorim sonreía de esa misma forma.

El pelinegro sonrió inconscientemente al recordar a su novia, sentía como si aún estuviese con él, cómo si el castaño le hubiese devuelto al amor de su vida.

Pero algo en el fondo le recordaba constantemente que no era así.

El destino no le había devuelto a Soorim, en realidad le dió la oportunidad de volver a empezar.

No soy ella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora