Capítulo 2

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2. - PRESIÓN.




Dos años enteros enterrada en esa pequeña habitación que tome en anticrético para mí, supongo que para independizarme.

O tal vez para evitar las visitas inoportunas, diarias.

Pensé que alejarme me vendría bien o bueno... Les haría bien a ellos. Desde lo que paso Noah... Nunca volvió a llamarme, ni siquiera contesto el último mensaje. Pues Cameron... Había respetado lo que le pedí. Y Kira era la única con la que tengo contacto aún.

Mientras la música sincronizaba con mi cuerpo, no podía parar de pensar en todo y en nada a la vez. Los primeros meses en los que volví a casa, era un mar de lágrimas, no voy a negarlo, llore como una niña, mi madre y mi padre hicieron sus esfuerzos para sacarme de ahí las primeras semanas, ya luego las próximas no hicieron nada, como si quisieran que yo saliera de ahí. Y lo hice.

Me di cuenta de que quedarme ahí no ayudaría en nada, así que decidí poner cabeza y empezar a ver por mi futuro, por meses ignore el pesar en mi pecho, intente marcar varias veces a Cameron, pero no podía, lo único que logre fue llamar a Kira.

Hablamos todos los días, en la primera llamada amabas lloramos, fue como si lo hubiéramos necesitado. Le dije que en verdad yo no podía seguir ahí sabiendo de tal daño que causé y que lo mejor fue irme. A veces ella insistía en que volviera, aunque sea, buscaríamos otro lugar para que yo viviera en Baltimore, pero me negué.

En cuanto pasaron las semanas, me puse a trabajar y a estudiar, sabiendo que me llenaría de cosas para así no sobre pensar más y tal vez no sea sano, pero gracias a ello sigo de pie y no llorando en cama.

Después de pasar casi medio año en la rutina, logre ahorrarme el dinero que necesitaba, para poder tener en anticrético un pequeño cuarto cómodo solo para mí, cerca de la universidad y bueno, un poco lejos de casa.

Pero siempre suelo visitar a mis padres, como dije, las primeras semanas mi madre lloro, por lo cual me obligaba a pasar el día con ellos para luego volver a mi cuarto para prepararme al día siguiente.

Mientras más pasaba el tiempo me di cuenta de que tenía que esforzarme más para mi carrera y terminé encerrándome horas para estudiar, y salir solo para trabajar y en los fines de semana iba a visitar a mis padres.

Pero, no solo era la rutina, terminaba llorando cada noche en ese pequeño cuarto, preguntándome si debí ser egoísta con él, porque nunca me había sentido así con alguien, solo con él me sentía libre, segura, cuidada... Tantos adjetivos que tal vez no me alcancen para decirlos.

Llegue en un fin de semana a casa de mis padres y los escuche hablando con Noah. Mentiría si mi corazón no dio un vuelco a escuchar su voz y mis ojos se llenaron de lágrimas, me quede ocultada tras una pared, mientras escuchaba como les contaba de su día y justo antes de colgar pregunto por mí.

Odie que lo hiciera, pero también lo extrañe, hablar con él, varias veces por semana, reír por sus chistes malos; no pude así que me di la vuelta y sin darme cuenta, salí de casa dando un portazo mientras mi madre llamaba desde la puerta y yo solo salía corriendo. Huyendo.

La gente no toma decisiones para lastimar, las tomas porque a veces creen que es lo mejor para ambos, pero a veces no es buena para nadie. Y miles de veces me reprochaba a mí misma por haber huido. Pero, por una parte, me di cuenta de que lo necesitaba, necesitaba aceptarme a mí, necesitaba ayuda y es por eso que mi madre me obligo ir a psicólogo, después de encontrarme una tarde en cama, en ese cuarto mío, por ahora, llorando hasta estar deshidratada.

En tan solo unos meses (En proceso... Aun no editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora