Capítulo 3

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Abrí los ojos cuando un rayo de sol se filtró por mi ventana y iluminó mi habitación. Me recordaba a cuando estaba en España y me quedaba cinco minutos más en la cama antes de levantarme repasando todo lo que tendría que hacer ese día.

Hice lo mismo y mentalmente elaboré la lista:


1. Deshacer la maleta ya que llegué tan cansada que ni me preocupé en deshacerla, solo busqué mi pijama y me metí en la cama.

2. Entregar el formulario a la universidad. Eso era muy IMPORTANTE.



Decidida en cumplir mi lista mental me levanté de la cama para hacer mi primer punto. Hice la cama y coloqué los cojines encima para que se viera como si nadie hubiera dormido en ella. Seguidamente, saqué de debajo de la cama la maleta con más dificultad de la que pensaba. Tiré tan fuerte que la maleta y yo salimos disparados hacia el armario que había al lado. Miré mi maleta: era roja y no muy grande pero lo que más me gustaba era todas las pegatinas y adhesivos de los distintos lugares que había visitado que dejaban ver el color de la maleta a trozos. Ahora, mirándola me daba cuenta que no tenía ninguno de Inglaterra. Supongo que será porque me la regalaron cuando estaba aquí, cuando debía tener dos o tres años y recuerdo que la maleta me sacaba tres cabezas.


Abrí la maleta y suspiré cuando vi todo lo que tenía que guardar en el armario de dos puertas y en la cajonera que había delante de la cama.


Empecé abriendo las puertas del armario y guardando en él todas las blusas que se pueden arrugar fácilmente. Después en los cajones guardé los zapatos; en el primer cajón los que más utilizo: las converse, en el segundo: las vans y en el tercero: unas sandalias un poco más veraniegas por si acaso salía el sol durante poco menos de una semana. Obviamente y como no podía faltar también llevé mis botas de agua que también guardé dentro del armario. En la cajonera guardé los pantalones, ropa interior y el resto de camisetas.


Colocada toda mi ropa, decidí vestirme y bajar a desayunar algo. Justo en el momento cuando estaba cerrando la puerta para salir me di cuenta de los objetos que había dejado encima de la cama. ¿Cómo no me había dado cuenta de que los tenía dentro de la maleta? Los cogí y bajé hacia la cocina.


Anne estaba preparando tostadas y Frank, Paul y Jake estaban sentados ya bebiendo su vaso de leche con chocolate instantáneo.

- Kat, buenos dias. ¿Cómo has dormido?

- Bien, gracias Anne. - dije sonriendo.

- Genial. Siéntate con tus primos que ahora preparo algunas tostadas más. Mientras sírvete un vaso de leche.


Me puse mucho chocolate instantáneo. A mí la leche me gustaba con mucho chocolate y además hacía como dos años que no tomaba leche por las mañanas. Desde que empecé el bachillerato me tomaba un café para poder estar concentrada y despierta en las horas más tempranas. La verdad es que echaba de menos un buen vaso de leche con chocolate de buena mañana.


- Aquí tenéis. - dijo Anne dejando en la mesa un plato con tostadas.


En menos de un segundo cada uno de mis primos ya tenía su tostada en su plato y solo quedaba una. La mía. La cogí sorprendida de la rapidez y el hambre que tenían por las mañanas los ingleses.

Cuando terminamos de desayunar ayudamos a recoger la mesa y barrimos el suelo.


Me sonó el móvil.


"De: Papá

Para: Kat

18 de septiembre, 10:30h


¡Hola Katherine!


¿Cómo te va? Espero que bien. Yo estoy en casa ahora mismo y me gustaría poder coger un avión e ir a visitaros unos días pero dentro de dos me tengo que ir otra vez. Es difícil para mí llegar a casa y no verte, ni comer nuestra pizza sentados en el sofá viendo alguna de las películas de Harry Potter. Cuando te vuelva a ver, tendremos que hacerlo.

Recuerda dar los regalos a los tíos y a los primos.


Te quiero mucho y te echo de menos,

Papa."


¡Es verdad! Abrí la bolsa que llevaba y empecé a repartir los regalos después de avisar a John para que viniese.


- Para Frank y Paul... Estos. - dije dando dos regalos.

-Para el pequeño Jake...

- Y para Anne y John también hay...


Todos abrieron sus regalos y se pusieron muy contentos. Los pequeños se pusieron a jugar y John me agradeció el detalle.


En Inglaterra era muy típico hacer regalos cuando ibas a casa de otras personas, aunque estas fuesen familiares. Era una manera de demostrar tu agradecimiento.


- Muchas gracias, kat. Ha sido todo un detalle de tu parte pero ya sabes que no hace falta que nos traigas nada. Somos familia, que te quedes no es ninguna molestia.

- Ya lo sé, tía Anne. Pero ya sabes como es mi padre, no podía llegar con las manos vacías. Además, me quedo aquí hasta que empiecen las clases y no quiero ser un estorbo así que si necesitas cualquier cosa, solo tienes que decírmelo.

Nos abrazamos y ayudé a recoger las cosas de la mesa.

- Esta tarde voy a hacer la compra porque en esta casa o se hace la compra cada semana o terminamos la semana con la nevera vacía. ¿Quieres venir conmigo? Podemos ir a la universidad a la vuelta así puedes dejar el formulario.

- Claro. Gracias. - le dije sonriendo.


Cuando eran las cinco de la tarde, mi tía me llamó desde el comedor.


- Kat, ¿Nos vamos a comprar? Son las cuatro y como tardemos mucho se empezará a llenar mucho.

- Sí, sí... ¡Ahora voy! - dije bajando de mi habitación con el formulario de la universidad guardado en mi pequeño bolso.

Nos fuimos las dos en coche hasta llegar al supermercado donde Anne hacía la compra cada semana.


- Buenas tardes - saludó Anne al entrar.

- Buenos días, Anne. ¿Cómo estás? - dijo la cajera, de pelo rojo que mascaba chicle, mientras cobraba a un cliente.

- Bien, Rachel. ¿Qué? ¿Mucho trabajo?

- Ni me lo digas, dentro de dos horas esto estará a petar. - dijo imaginándose una fila infinita de personas esperando a ser atendidas en su caja con un acento del norte muy marcado.


Entramos y empezamos a llenar el carrito.

Noche del 13 de DiciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora