Mi cuerpo tembló como la tierra en los convulsos albores de su existencia. La gran sacudida extinguió el profundo sopor que me tenía presa de dentro a fuera, como el volcán que expulsa la furia contenida en las entrañas planetarias. Tomé conciencia de que existía de forma violenta, sin preámbulos. Mis ojos se abrieron y buscaron respuestas en la penumbra de una caverna. Pero los primeros estímulos no llegaron en forma de imagen. Escuché las voces de dos personas, un hombre y una mujer. No se trataba de una conversación relajada.
—Mátame, te lo ruego.
Susurró la mujer entre sollozos. El hombre no contestó. Emitía gemidos de placer . La estaba violando. La sucesión de sonidos terminó con una especie de rugido.
Saboreó durante un largo rato su cobarde victoria. Después de ello contestó a la mujer.
—No seas impaciente, querida. Antes debes conocer al caudillo. El accederá a tus súplicas sin dudarlo, aunque es posible que no te gusten sus formas. Ja,ja,ja—Rió el atacante
—No me lleves ante él, te lo suplico.
Su llanto me conmovió. Salté del lecho de pieles en el que reposaba. Extrañamente, mi cuerpo no se resentía de ningún dolor. Me sentía más ágil que nunca. Me dirigí hacia el lugar donde se desarrollaba la agresión con premura. Me acerqué al hombre por detrás. cogí una piedra del suelo y con ella golpeé su espalda. De inmediato me sentí estúpida por no haberlo hecho en la cabeza. Era un hombre corpulento. El impacto apenas había hecho mella en su físico. Se giró hacia mí y me golpeó la cara con su gran puño. Caí desmadejada en el suelo, sumida en un profundo mareo.
—¡Valla!, ¿a quién tenemos aquí? ¡La flacucha resucitada! Ja, ja, ja.
Parecía divertido por verme recuperada. La mujer, que ahora estaba a su espalda, recogió la misma piedra e impactó, esta vez si, en la cabeza del enemigo. El hombre se volvió hacia ella, tambaleándose, la agarró por el cuello y apretó, intentando asfixiarla. Ahora si parecía interesado en acabar con ella—¡Al final te vas a salir con la tuya, maldita zorra! ¿Quieres morir? ¡Pues no se hable más!
A penas hube recuperado el aliento, me acerqué a ellos, cogí el puñal del hombre que estaba descuidado en el suelo, y le ataqué por uno de sus flancos con una rapidez que, incluso a mí me sorprendió. Hundí su afilada hoja en el cuello del asesino. Sus ojos se abrieron desmesuradamente mientras comenzaba a emanar por su boca una cascada de sangre que caía sobre la rendida mujer. En cuestión de segundos, todo el peso del hombre cayó a plomo sobre ella. Grité horrorizada. Nunca antes, había experimentado la desagradable sensación de matar, arrancar de cuajo una vida humana. Acababa de plantar mis pies en un nuevo mundo, totalmente diferente al que yo conocía.
En un instante, había descubierto la crueldad humana y mi capacidad para combatirla de la forma más drástica. Miré mis manos homicidas. Estaban embadurnadas de sangre. Sangre humana. Una vez que me recuperé de la conmoción, me acerqué al lecho de la mujer. El cuerpo del hombre seguía sobre ella. Tiré de uno de sus brazos inertes hasta que cayó al suelo. Acto seguido, me tumbé junto a ella y la abracé. No rehusó mi cercanía. Sus brazos respondieron a mi presencia de la misma manera. No dijo nada. Parecía haber perdido la capacidad de comunicarse con palabras. La miré a los ojos. Estos se fundieron con los míos. Me miraron tristes y atormentados. Parecían quererme hablar. Lo hicieron. Me sobresalté. Nunca antes había oído a un par de ojos verdes pronunciar palabra alguna. Me decían que no siempre habían estado tristes.
—En otros tiempos brillábamos de felicidad. Vimos muchas cosas hermosas.— Les escuché con una atención plena. Por la abertura de la caverna que comunicaba con el exterior, se colaban algunos rayos de sol. Su tenue resplandor anunciaba la proximidad del crepúsculo. Anocheció. Seguíamos abrazadas. Entonces, sus ojos llorosos cedieron la palabra a su boca.
—Aún no te he dado las gracias. Por larga que sea mi vida, me faltará tiempo para devolverte el favor.
—Ya lo has hecho. También tus brazos me han salvado a mí.
—Me puedes llamar Perdiet. Ese es mi nombre aunque aveces me llaman Pert. Bueno, me llamaban así.
Volvieron las sombras a oscurecer su gesto.
Era una mujer muy joven. Dijo que aún no había cumplido diecisiete años. Su cabello era oscuro aunque no negro, ondulado y descuidado en los últimos días. Daba fe del calvario vivido durante estos. Su rostro, atraía poderosamente a pesar de los estragos ocasionados por el reciente maltrato, aunque no era bello. Su nariz, grande y angulosa, maravillaba por su perfección. Era una muchacha alta.
Estuvimos toda la noche en vela. La terrible experiencia nos había robado el sueño.Tuvimos tiempo de contarnos nuestras recientes desventuras antes de que la luz del nuevo día entrara en la cueva. Escuché atónita su relato. Supe al hacerlo y comprobar que no teníamos nada que envidiar la una a la otra, que seríamos en adelante dos almas en una.
—Procedo de una pequeña aldea, al norte de las sierras de las escamas, en la franja que discurre entre estas y el río Sanna. Hace seis días, fuimos atacados por un grupo de hombres del caudillo Governo. Nos masacraron. Murieron muchos de mis vecinos, no sé cuántos, pero la mayoría fueron hechos prisioneros. Mis padres, mi hermano y yo conseguimos escapar. Pusimos rumbo hacia el este, con la intención de ocultarnos en las estribaciones de los montes Arelios . Pero los Toikistianos habían organizado una partida compuesta por cuatro hombres capitaneados por Hador, —señaló con su mentón al hombre muerto tendido en el suelo —con el fin de darnos caza. Nos alcanzaron cuando ascendíamos una de las montañas y nos hicieron prisioneros. En el momento de la captura, una espada ...—hizo una pausa y tragó saliva —Una espada atravesó el corazón de mi querido hermano. Sólo tenía cinco años y se ha...—su voz se apagó mientras rezumaba dolor su corazón —Volvimos sobre nuestros pasos con el alma hecha jirones y una espada apuntando a cada una de nuestras espaldas.
Descendíamos de la montaña por una empinada y estrecha rampa. Mi padre, que avanzaba delante de mí se giró y me miró con una tristeza infinita. Supe inmediatamente que aquello era una despedida. Agarró con fuerza la mano de mi madre y juntos se precipitaron al vacío. Se apresuraron todos los hombres de Hador para intentar evitarlo pero llegaron tarde. Aún con el corazón agonizante y en carne viva, vi la oportunidad ante mí. Me abalancé sobre los captores. Sacié , aunque sólo en parte, mi sed de venganza. Tres de los hombres siguieron la misma trayectoria que mis desventurados padres pero el resultado no fue redondo. Hador se había apartado a tiempo. Se incorporó y estrelló su puño en mi cara. No me di por vencida. El destino me dio una segunda oportunidad. Conseguí zafarme de las ataduras de mis manos y huí una noche que él dormía borracho. Atravesé los montes hacia el noreste por el paso de los extranjeros.
Una vez que estuve al otro lado me dirigí hacia el sur, adentrándome en el helado páramo, sabedora de que la muerte merodea errante y sin descanso sobre sus congeladas tierras.
Pensé que mi perseguidor probablemente me hubiera dado por perdida definitivamente, que no se atrevería a desafiar a la Dama Oscura por aquellos lares. Poco tiempo tardé en darme cuenta de que no podía estar más equivocada.
El mundo se derrumbó y me sepultó en vida cuando, una vez más, cayeron sobre mí las zarpas de Hador . El castigo que me infringió fue descomunal. Algunas de mis costillas están maltrechas desde entonces. A poca distancia de donde fui nuevamente capturada, apareciste tú, más muerta que viva. Extrañamente, has extraído de lo más profundo de mí un nuevo deseo de vivir. Ahora estás aquí, cogiéndome de la mano.
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La rebelión de Cierdres
Fantasy🥇 Governo, un fanático cruel y sanguinario, atrae y adoctrina a gentes necias y defenestradas por la sociedad, obligándolas a abjurar de su religión a favor de Toikis, un nuevo dios fruto de su imaginación. No son religiosos los propósitos de Gove...