Desde que mi pueblo había sido sepultado por la despiadada avalancha, mi vida se había visto expuesta a constantes giros y sobresaltos. Desde entonces, para bien o para mal, los días tranquilos e insustanciales yacían junto a mi anterior vida, enterrados bajo aquella ingente cantidad de nieve.
Cada jornada en el campamento era vivida con extrema intensidad por quienes morábamos en él.
Fue una mañana de principios del verano cuando conocí una noticia que puso patas arriba mi aparente orden interior. Simplemente fue algo que no vi venir y me arrolló de la misma manera que lo hubiera hecho una manada de caballos salvajes.
Estábamos Akra Rosé y yo tendiendo en la solanera unas sábanas de lino que acabábamos de lavar en las aguas del río cuando me interrogó.
—¿Quién es el padre del futuro hijo de Pert? ¿Qué fue de él?
Al escuchar aquella pregunta fui presa de una mayúscula estupefacción. No entendía nada, no era capaz de comprender la razón por la cual, Akra requería de mí la respuesta a aquella cuestión.—Está embarazada, Gaerna. Por lo que veo no te lo ha contado.
Pasado un rato, una vez que conseguí procesar la información y guiada por mi subconsciente balbuceé el nombre de Hador. Fue la única palabra que articulé antes de que mis piernas comenzaran a correr en busca de Perdiet.Las lágrimas me resbalaban por las mejillas sin entender muy bien por qué. No me atrevía a sentir tristeza ni alegría. Me vi incapaz de encasillar aquel sentimiento que embargaba mi ser. Ahora la vida se empeñaba en recordarme a diario que todo aquello que me rodeaba y encauzaba el discurrir de mi existencia era susceptible de cambiar radicalmente en un parpadeo, que el porvenir estaba supeditado a un conjunto infinito y caprichoso de variables que impedían hacerse una idea mínima de aquello que nos acecharía en tiempos venideros. Incluso se me antojaba improbable vivir el presente sin desconfiar de mis sentidos y dando por seguros los estímulos que percibían cada una de las partículas que me constituían.
Pronto estuve frente a ella y nuestros ojos conectaron de inmediato, de aquella manera que solían hacerlo. Entonces aparecía aquella misteriosa magia que sumía todo aquello que formaba parte del entorno en una neblina que lo desdibujaba a la vez que enfatizaba la nitidez de nuestros contornos y los trazos de nuestras faces. El tiempo se detenía mientras que en ese extraño cosmos habitábamos solas nosotras dos.
—¿Es verdad?—pregunté, segura de no necesitar más palabras.
—Lo es, pequeña —su tono era moderado como lo era también la sonrisa que se dibujó en su gesto impregnándolo de una luminosidad sutil.Fue esta reacción en ella la que me surtió del sosiego que en aquel momento, mi errante mente necesitaba para no colapsar y de esta manera pude recomponer mi maltrecha percepción.
—Se que aunarás tu dedicación y sacrificio a los míos, Gaerna, para que el hijo mío que está por llegar viva aislado y ajeno a la verdad sobre su padre. Creo que conocer la historia de Hador lo terminaría destruyendo antes o después.
—Juro que así será, Pert y juro también que será tan dueño de mi corazón como lo eres tú.
Entonces, nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo, sin dejar entre ellos resquicio alguno que pudiera contener la más mínima pizca de aire. Nos abarcamos la una a la otra en la mayor medida que nos fue posible. Mientras que mi contacto a ella le colmaba de un cariño formidable que adoptó como sustituto de aquel cariño que meses antes le profesaban tanto sus padres como su querido hermano, el suyo era para mí, ausentarme de la realidad y viajar a un mundo en el que cada poro de mi piel absorbía de manera delirante un placer infinito.
La amaba, lo hacía con todo mi ser. Esto fue lo único de mí que la Dama Oscura no pudo modelar a su antojo. La diosa me hizo sublime en algunos de mis atributos, pero si tuviera que destacar alguna de entre todas mis excelsas capacidades, sin dudarlo, esta sería la de amar a Perdiet.
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La rebelión de Cierdres
Fantasía🥇 Governo, un fanático cruel y sanguinario, atrae y adoctrina a gentes necias y defenestradas por la sociedad, obligándolas a abjurar de su religión a favor de Toikis, un nuevo dios fruto de su imaginación. No son religiosos los propósitos de Gove...