04; Amistad

476 81 7
                                    

El día siguiente, jueves, llegó. Era el momento de Katsuki para pedirle un serio perdón a su compañero de clases, otorgándole una carta pidiendo disculpas por todo, acompañadas de unas gomitas con forma de estrellas de distintos colores, para que fuera más efectivo.

Katsuki rápidamente se alzó de su cama para poder ir a la escuela. No es que estuviera emocionado, tan sólo quería terminar con esto cuánto antes. Se puso su camisa de All Might, su superhéroe de cómics favorito, junto a sus pantalones cortos azules.
Una vez había desayunado y se había lavado sus dientes, su madre lo llevó a la escuela.

Entró en su aula, dónde la profesora Nemuri le enseñaba a sus pequeños alumnos como restar números con dos cifras. Katsuki se sentó en su puesto, dejando su mochila en el respaldo de la silla. Eijiro ni siquiera le dirigió la mirada, demasiado concentrado en tratar de entender cómo la maestra obtuvo ese resultado en la operación matemática. Katsuki se molestó al no recibir ni una simple mirada por parte del pelinegro, por lo que decidió que por una vez, él sería quién diera el primer paso.

—¡Eh, Eijiro!—Lo llamó, mientras el otro tan sólo frunció el ceño e hizo oídos sordos.

Al parecer, Eijiro no lo había perdonado, era más rencoroso de lo que jamás habría pensado de un niño dulce cómo él.

—¡Te hablo a ti!—Exclamó Bakugou enojado.

Niño Caramelo, apodado de esta manera por Katsuki, lo miró de reojo, más no respondió nada, ni lo miró directamente. El pequeño rubio, perdiendo la paciencia, decidió tratar de entablar una conversación con el pelinegro, para después otorgarle las gomitas y la carta.

—Mira mi camisa.—Dijo, a lo que Eijiro la miró de reojo.—¿Te gusta?

En realidad, no le importaba su opinión. Tan sólo quería buscar un tema de conversación para que fuera más sencillo el hecho de que Eijiro lo mirara y no lo ignorara olímpicamente, tal y cómo está haciendo.

—Crimson Riot es mejor que All Might.—Fue todo lo que dijo Kirishima antes de volver a hacer cómo si no existiera.

Katsuki pronto se quedó sin ideas. Por lo que, cuándo la maestra Nemuri les envió ejercicios para aplicar lo aprendido en la clase, Katsuki aprovechó y sacó del bolsillo de su mochila las gomitas y la carta, las revisó para ver que la bolsa no se hubiera roto o la carta se hubiera arrugado. Y mientras todos los niños estaban muy ocupados haciendo sus restas, incluido Eijiro, Katsuki se inclinó hacia la mesa de su vecino, para dejar delicadamente su obsequio para él.

Kirishima no tardó más de un minuto en percatarse del regalo que había aparecido de repente en su mesa. Lo miró atentamente y con rapidez lo agarró entre sus manos, primero leyó la carta, a lo que sonrió, después comió discretamente una de las gomitas antes de guardar el resto en su lonchera para la hora del recreo.
Eijiro rompió un pedazo de hoja de papel de su libreta de Matemáticas, y
con su lápiz comenzó a escribir algo.
Al rededor de un minuto después, una pequeña notita aterrizó en el pupitre de Katsuki.

"Te perdono. Aora si somos amigos :D"

Sonrieron los dos al mismo tiempo, sellando su amistad de esta forma.

✿◉✿◉✿◉✿

A la hora del recreo, Kirishima fue hacia el pupitre de Katsuki, llevando consigo su lonchera junto a sus ya habituales galletas. El rubio lo miró, mientras el otro tan sólo sonreía.

—¿Quieres venir conmigo y con mis amigos?

Bakugou dudó. En realidad, nunca se le había dado bien hacer nuevos amigos. Porque él quería estar con Eijiro jugando, no con los amigos de él. Aún así, asintió con la cabeza sin decir nada más, y juntos se fueron hasta el patio para poder disfrutar juntos del recreo. Se encontraron con los amigos de Kirishima. Un niño rubio, un niño pelinegro con dientes raros, y una niña con un color de piel muy peculiar.

—¡Este es mi nuevo amigo, se llama Katsuki!

—¿No es el niño con el que te peleaste el otro día?—Preguntó el niño rubio, captando la atención de los otros dos infantes.

Katsuki se sorprendió por aquello. ¿Kirishima le hablaba a sus amigos sobre él? No le importaba que fuera para mal, por lo menos, pensaba lo suficiente en él como para contárselo a sus amigos.

—Sí, pero ya lo hemos arreglado. Me ha pedido perdón.

Nadie objetó nada más al respecto después de la respuesta de Eijiro quién se sentó en el piso y comenzó a comer cómo si nada.

Katsuki ese recreo la pasó muy bien.
Primero, comió la deliciosa comida que le habían empaquetado sus padres. Después, Eijiro repartió sus galletas Oreo entre todos los niños presentes, y él, al ser su nuevo amigo, recibió más que el resto.

Después, llegó su parte favorita de todo el recreo, esa que recordó durante lo que resta del día: jugaron a las escondidas, y Eijiro y él se escondieron debajo del tobogán y el menso de Denki no pudo encontrarlos. Estuvieron un buen rato ahí abajo, en ese lugar tan estrecho, acurrucados como podían para no ser vistos, mientras notaban como muchos niños ajenos a su presencia ahí abajo se deslizaban sin cuidado alguno.

Mientras Denki contaba, tapando sus ojos con sus manos en el proceso, todos los otros niños corrieron por todo el lugar. Kirishima atrapó su mano y la entrelazó con la suya, mientras lo guiaba a otro lugar, en distinta dirección a dónde se habían escondido Mina y Sero.

—¡Conozco un sitio donde no nos encontrará!—Prometió Eijiro mientras seguía aferrando su mano a la suya, guiando a Katsuki entre todos los niños que correteaban.

Llegaron al tobogán, y Kirishima lo llevó a la parte de abajo, dónde había un pequeño espacio rodeado de pequeños barrotes pintados de color rosa. Era un lugar estrecho, sin apenas espacio para ambos niños, por lo que Eijiro se acurrucó en el fondo, convirtiendo su cuerpo en una pequeña bola, Katsuki se sentó justo en frente, imitando la acción de Eijiro. Sus rodillas se tocaban, y ellos tenían que ser lo más discretos posible para que Denki no se percatara de que estaban allí.

Pasado un rato, por fin pudieron salir de aquel claustrofóbico lugar, pues Denki no los pudo encontrar. Así, Katsuki y Eijiro fueron proclamados cómo los ganadores de las escondidas.

Fue un gran recreo. Y aunque no lo admitiera jamás, los amigos de Kirishima le habían caído de lujo, pero en su humilde opinión, Kirishima era mejor que todos ellos juntos.

Regresó a casa con una sonrisa de oreja a oreja, muy feliz por toda la diversión de la que había podido disfrutar durante ese gran día. Esperaba que el día proximo fuera igual, o incluso mejor.

—¿Ha funcionado?—Fue lo primero que preguntó Mitsuki cuando lo vió. No hizo falta especificar más de que o quién hablaba, pues Katsuki la comprendió al instante.

—Sí, y he jugado a las escondidas con él y sus amigos en el patio.—Anunció con una sonrisa.

Tal vez, Niño Caramelo no era tan tonto como había creído en un principio. A ver, era molesto y ruidoso, pero también era alegre, divertido y alguien con su mal genio escondido en los más remotos rincones. Eijiro, definitivamente, le agradaba mucho.

•°Crayon°• /Bakushima/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora