Capítulo I

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—¡Señor Hades!

—Sí, lo sentí.

El sirviente se detuvo de golpe apenas oyó al rey de todo aquel sitio.

El hombre de plateados cabellos estaba de espaldas al recién llegado que estaba agitado de correr. Tenía una mano posada en su mentón, bastante pensativo. Lo que sintió había durado unos cuantos minutos y no fue algo tan notorio como cuando llegó a su cuspide, pero logró tomar todos los datos importantes.

Un humano estuvo a punto de ingresar al Inframundo. ¿Cuántos milenios habían pasado desde que algo así sucedió?

—¿Qué desea que se haga al respecto, señor?— preguntó con una rodilla apoyada en el suelo el sirviente, mirando atentamente al soberano.

Este quedó varios segundos en silencio, poniendo más tenso al otro, haciéndolo creer que nada bueno le estaba cruzando por la cabeza en ese instante.

—Nada.

Su pregunta lo desconcertó. ¿Nada?

Hades volteó, demostrando su serio semblante y sin dirigirle la mirada.

—Yo me haré cargo de inmediato.

Y comenzó a caminar.

Miraba la lámpara que estaba a centímetros de ella, a la vez en que abrazaba sus piernas

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Miraba la lámpara que estaba a centímetros de ella, a la vez en que abrazaba sus piernas. Llevaba dos horas allí, por el simple hecho de que le asustó el camino de regreso que estaba a oscuras, y con la experiencia de la cueva, prefería permanecer quieta en el abierto campo hasta que saliera el sol. Imaginaba que caería por ver una simple sombra.

Dirigió sin muchos ánimos sus ojos al encuadernado que llevaba consigo. Los viejos bocetos que había hecho hacía días, estaban tachados y con una que otra palabra desalentadora que ella misma escribió. O incluso varias de éstas tachadas.

Lo peor, es que nada se le ocurría aún, lo que más abrumada la hacía sentir. Aquel lugar era bellísimo, por lo cual esperaba lograr inspirarse. Quizás se debía al hecho en la cueva que todavía no dejaba de darle vueltas en la cabeza.

Se extendió en el suelo, preguntándose cómo estarían Evelia y Neo, sus hermanos menores. Llevaba más de una semana sin verlos. Pero si volvía sin ninguna idea, sería malo para ellos por culpa de su padre.

—Mala la hora en que apareció la desdicha de mi padre— se quejó al tiempo en que daba pequeños masajes a cada lado de la sien, para terminar suspirando.

Cerró los ojos, tratando de calmarse. Cuando amaneciera, se llenaría de energías para buscar una fuente de inspiración para alguna pintura. Y debía ser urgente.

Acabó volteándose y acurrucándose a sí misma, tratando de descansar. Miró como la vela se apagaba lentamente, hasta no dejar rastro alguno de que hubo luz hasta el momento. Podía ver mejor las incontables estrellas que habían en el firmamento.

Era buena idea pintarlas, pero sentía que no eran suficiente. Carecían de un significado que ella pudiera darle. Juntó una vez más sus párpados para descansar. Al menos, no sentía tanta tranquilidad como aquel lugar le brindaba para dormir desde hacía unas noches. Le agradaba.

Tarareó para sí, en medio de un susurro, una canción infantil que solía cantarle a sus hermanos. Y al poco tiempo, quedó dormida.

Desde las sombras de la cueva, unos ojos la observaban desde hacía un rato. Finalmente salió de ese escondite al percatarse de su estado, caminando tranquilamente hacia la muchacha que seguía sin saber de su presencia.

Se detuvo a unos pasos de ella, cruzándose de brazos. No cabía duda: era quien estuvo muy cerca de la entrada del Inframundo.

La miró más detalladamente, cuánto le permitiera la luz de la luna. No había ninguna marca visible o algo que la hiciera parecer especial. Era imposible que fuera alguna hija perdida de su hermano menor, Zeus. No veía rastro alguno que la identificara como diosa, o semidiosa.

—¿Qué se supone que haga?— murmuró para sí mismo, posando una mano en su mentón.

Podía decir que todos los sirvientes de su palacio habían sentido lo mismo que él. No había sido nada grave lo que cometió esa jovencita, pero debería de mantenerla vigilada.

Suspiró para enderezarse bien y posar una mano en su nuca. Tampoco le informaría a sus hermanos al respecto; después de todo, era un asunto de su reino. Ellos apenas comprenderían.

Su vista volvió a ella al oírla dejar escapar un pequeño ronquido. Frunció sus cejas para verla unos segundos más y así darse la vuelta para regresar.

Por lo que veía, la chica no representaba amenaza alguna. Parecía ser muy inofensiva. Incluso el lugar podría acabar con ella con mucha facilidad, en vez de ser al revés.

Pero lo bueno, y seguía pensándolo, sería tenerla vigilada. No quería que ese asunto pasara a mayores.

No deseaba que nadie más se preocupara por aquello que, hasta los momentos, estaba siendo trivial. Al menos quería apegarse a ese pensamiento.

 Al menos quería apegarse a ese pensamiento

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Yyy aquí está el primer capítulo :3

Espero que lo disfruten. Mañana, sábado, estaría el siguiente capítulo y otro más el domingo, para ir notificando de antemano jj

Que tengan una linda noche <3

Besos ♥

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