Capítulo VI

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—¡Señor!

Ante ello, desvío la mirada del juego de mesa al sirviente que acababa de regresar.

—¿Vienes con noticias?

—Nada nuevo con respecto a lo que usted mi indicó, señor Hades. La humana artista ______ salió corriendo cuando me vio, luego se calmó y se sentó unos minutos antes de marcharse.

El rostro de Hades se desfiguró por aquella sorpresa extraña.

—¿Qué...? ¿Qué hiciste para que saliera corriendo?

—Nada. Sólo estuve esperando y mencioné su llegada.

Quizás había cometido un error con dejarlo en sus manos. Suspiró para apoyar sus codos sobre las rodillas y pasar las manos por su cabellera. Si su deducción era exacta, ______ seguiría yendo a pesar de eso.

—¿Y cómo hiciste para calmarla?

—Comenté que era conocido suyo, como usted me indicó, señor Hades.

Se sentó bien para regresar la mirada a la partida que estaba teniendo. Ni siquiera sabía en qué momento se había dado vuelta y ahora estaba perdiendo.

—Debo admitir que estaba nervioso. Eso debió también de asustarla. ¡Disculpe, señor Hades! ¡La próxima vez no sucederá!

Exclamó y realizó una reverencia, ganándose de nuevo los ojos del dios de aquel sitio, que arqueó una ceja.

—¿Estabas nervioso?

—Sí. Fue la primera vez en la que interactué con un humano, y quería hacer una digna tarea.

Asintió lentamente para regresar al juego y hacer un movimiento. Fue entonces que una de sus orejas se movió ante una sensación extraña en el ambiente. En la entrada del Inframundo había un mortal. No tenía dudas de quién podría ser y más si era igual al de aquella primera vez.

Miró al guardia que seguía haciendo una reverencia. Estaba claro que él, en todo ese mundo, era el que más sentía las cosas mínimas. Sería cuestión de minutos para que alguien más lo sintiera. Después de todo, la otra vez fue igual.

—Bien— indicó para ponerse de pie, dejando de lado la partida de ajedrez —. Iré a dar una vuelta rápida. Ve a seguir con tus deberes o descansa un poco.

—¡Gracias, señor Hades!— posó una mano en su pecho cuando él pasó a un lado hacia la salida.

Debía de por lo menos ir a vigilarla, y de alguna manera hacer que se marchara. Quería evitar por los momentos que sus guardias y sirvientes sintieran su presencia, que hiciera que estuvieran atentos ante cualquier cosa e ir a buscarlo para notificarle. Después de todo, no lo encontrarían si había salido, algo que también los extrañaría.

Tras un largo trayecto que le tomó pocos minutos, finalmente había llegado a la entrada de su mundo. Desde las sombras de la cueva se dispuso a ver hacía el exterior, notando la figura de _______ parada frente a esta misma.

En una de sus manos tenía un cuaderno y en la otra un lápiz mientras que, a unos pasos de ella, descansaba su bolso en el suelo. Cada tanto alzaba la mirada para dibujar alguna cosa, o parecía tacharla con disgusto.

Se percataba de que seguiría viniendo si continuaba tan corta de inspiración. Quizás debería ayudarla en algo para que esto fuera más fácil. Pero no quería que su seguida salida del Inframundo llegara a oídos de otros dioses, mucho menos de alguno de sus hermanos.

Inspiró para soplar suavemente, ocasionando que un extraño ruido se sintiera en la cueva.

_______ regresó a ver, pálida del miedo.  Sonrió con nervios para sacudir su cuerpo para retroceder algunos pasos, sin quitar la vista del frente.

PINTURAS |Hades y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora