Capítulo XIII

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—Señor Hades.

Cambió a otra hoja mientras que en su semblante pintaba tranquilidad y oía al guardia llegar.

—La situación en el Tártaro fue una falsa alarma. Ya me hice cargo de darle una lección a quienes difundieron el rumor de que había un grave problema.

Por momentos había olvidado eso. Y eso que apenas llegó del mundo humano le dieron esa noticia.

—Está bien. ¿Advertiste de que no vuelva a suceder? Sino yo mismo iré.

—Sí, señor.

—Perfecto— asintió para marcar una página y seguir avanzando.

Había encontrado algunos libros de arte que podrían ayudarle a inspirar a la muchacha. Seguramente a ella le gustarían esas lecturas.

—¿Cómo se encuentra mi amiga, la señorita ______?

Alzó la vista a él. Estaba parado firme, aguardando a una respuesta de su parte. Cuando volvió a bajar la mirada, frunció su ceño.

—Bien. Te manda saludos— dijo seriamente.

—Mándele saludos de mi parte también, por favor y si no es molestia.

El dios asintió.

Por parte del guardia, trató de no ponerse nervioso ante su tono empleado. ¿Por qué si solo eran saludos? Al menos no era una mala noticia.

Ni siquiera Hades supo de dónde ese cambio. Trató de corregirse cuando afirmó que eso haría y que él podría ir a visitarla en algunos días en su lugar.

Soltó un suspiro tras quedar solo, apoyando una pierna sobre la otra y un codo en el apoyabrazos de su trono. Después de todo, el guardia se había vuelto amigo de _______. Incluso notó que el trató de él a ella había cambiado, de "humana" a "señorita". Mientras tanto, el de cabellos plateados no sabía qué hacer al respecto.

Le estaba pareciendo encantadora, y más si esas dos tardes la pasaron hablando. Llegó a conocer parte de su mundo interno, sus pensamientos. Era una especie de alivio su compañía.

Resbaló ligeramente en su asiento. Pensó que sería el único que recibiría saludos de los dos.

 Pensó que sería el único que recibiría saludos de los dos

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—Señora Briseida, ¿quiere que lave eso también?

Señaló con uno de sus dedos el plato que había frente a la mujer.

—Por favor, niña— lo tomó para extendérselo.

Cuando de nuevo se había dispuesto a lavar, oyó a la mayor suspirar con cansancio.

—¿Ha sido un largo día?

—Sí... Me quedaré aquí un rato más si no te molesta la compañía. Mi marido está con unos amigos en la parte del bar, y hablan a los gritos— negó con los ojos cerrados —. A veces no entiendo si se están quedando sordos por la edad, si creen que están a kilómetros o si ya es costumbre de los hombres.

PINTURAS |Hades y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora